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jueves, abril 25, 2024

Muji

Hay un negocio japonés en las grandes ciudades que me fascina.

De hecho, no quiero que se instalen en Sevilla para que no se pierda la magia de visitarlo cuando voy a Londres o a Barcelona.

Se llama Muji y es una tienda de objetos de papelería, artículos de viaje, de decoración. Cosas diminutas con un diseño muy funcional que me vuelven loco. Compro sus bolígrafos, sus libretas, tijeras, grapadoras, reglas de medir, minúsculos mueblecillos y mil cosas que no necesito.

Siempre me gustó entrar en tiendas así. A saber por qué.

Soy tan fan, que Fran ha bautizado mi atracción por esos artículos insignificantes. Cuando voy a casa de alguien y me entretengo observando sus estanterías, o veo en un bar algún jarroncillo de líneas rectas, o una cucharilla de café de aspecto vanguardista, él rápidamente me cala y me lo dice.

—Muy muji, ¿verdad?

Mundología

Fran repite mucho un término que no le quiero robar.

A ese tipo le falta mundología—me dice, de vez en cuando, al encontrarnos con situaciones que delatan la falta de recursos comunicativos, sociales o emocionales de alguien.

Sí, la mundología no se aprende en ninguna facultad, sino teniendo las orejas y los ojos bien abiertos. Abiertos a no pasar por la vida como una ameba, sino a participar de la aventura del existir con plena conciencia.

Suele ocurrir que ese tipo de personas, doctoradas en sentido común, transmiten una luz diferente que atrae sobremanera.

Es una más de las razones por las que yo, a Fran, lo quiero tanto.

miércoles, abril 24, 2024

Indignados

La gente se indigna muy rápido con cosas que no está obligada a hacer.

Leer este texto, por ejemplo.

Hay que saber que la libertad de uno está también en saber elegir y en huir de aquello que no te gusta, sin tener que montar un pollo.

A mí no me atraen en absoluto los programas de cotilleo, pues no se me ocurre ponerme la sangre negra acudiendo a Tele 5. Respeto que cada cual combata su aburrimiento como quiera o disfrute con esos formatos. ¡Libertad!

A mí hay cosas de mi ciudad que no me gustan, pues no acudo ni las fomento. Hay grupos de música que me cansan, evito escucharlos; vacaciones que nunca haría, pues planteo otras opciones.

Vivir indignado con situaciones que puedes evitar es, más que nada, de torpes. 

Meterse en corral ajeno a demonizar la vida de los demás ya sí tiene un componente de maldad.

No tenemos derecho a decirles a los demás dónde tienen que buscar su paraíso.

martes, abril 23, 2024

Nunca sabrás quién fui

Siempre lo cuento.

Estaba a punto de publicar con Algaida mi novela 'Nunca sabrás quién fui', que tantas alegrías me dio, de modo que, como campaña de promoción, empecé a compartir extractos cortos del libro, con pinturas de arte contemporáneo como ilustración. Quería provocar la curiosidad de los futuros lectores.

Entonces llegó la pandemia y la distribución de la novela se retrasó unos meses.

Así que decidí tirar de unos textos que tenía publicados en un blog personal, para dar tiempo a la salida al mercado de 'Nunca sabrás quién fui'. 

Fue así como, hace cuatro años, comencé a publicar un texto diario acompañado de pinturas seleccionadas de artistas actuales.

Tan positiva fue la reacción que entré en un cierto pánico. ¡Cómo iba a mantener un texto diario! ¡De dónde sacar temas con cierta calidad literaria!

Casi mil quinientos días y cuatro novelas después, aquí sigo, terco, creativo y disciplinado, y ahí sigues tú.

La mejor escuela para un escritor.

Gracias.

Citas

Me ocurre con cierta frecuencia y me hace feliz, que alguien, cercano o desconocido, me diga que se acordó de mí ante determinada situación.

Siempre que me enfrento a esa persona, me vienen a la cabeza tus palabras de aquel texto que publicaste.

Es precioso compartir, decirnos cuál es la visión de mi mundo para que te ayude a ver el tuyo. Y viceversa.

Tengo la fortuna de tener lectores exquisitos que, con sus comentarios, me hacen incluso plantearme mis más profundas certezas.

Cine

Un día de hace mil años un amigo, ante mi emoción narrando una película que acababa de ver, me dijo que no se creía el cine.

Me imagino al director detrás, con todos los técnicos de sonido, fotografía...

A mí me dejó noqueado, primero porque tenía parte de razón, segundo porque me rompía la inocencia en dos.

Días más tarde, tras reflexionar, lo busqué para decirle.

Ya tengo la respuesta.

Él me miró con escepticismo y yo se lo compartí mi reflexión.

Mientras esa película esté en la mente de quien la crea, ya existe de verdad.


lunes, abril 22, 2024

Vasco

Acabadas las elecciones en el País Vasco, volvemos a darnos cuenta de que España es un país complicado.

Miras a nuestros vecinos franceses o portugueses y te dices, qué normalitos que son.

El nuestro es, sin embargo, un territorio complejo, desacompasado, a veces delirante.

Yo me agarro a una teoría que hace tiempo elaboré. Mi país es un reflejo más fidedigno de la realidad humana que otros, donde todo es más igual, más homogéneo. Tú vas a Francia y sabes que estás en Francia; a un guiri, en cambio, lo plantan en España, y puede estar en mil sitios.

Nuestro país es como las familias desestructuradas, como las pandillas de chavales, anárquico en los sentimientos, cateto y exquisito al mismo tiempo. Tremendamente contradictorio.

La vida, tan desordenada siempre, es más como nuestra España, caótica en su desorden, pero fuerte y resiliente para sobrevivir.

domingo, abril 21, 2024

Reconocimiento

Siempre he tenido inseguridad con mi faceta de ingeniero.

Como un intruso en territorio ajeno, no son pocas las veces en las que me he preguntado qué aporto yo a la empresa, pese a las muchas pruebas, reales, que demuestran mi validez. Durante treinta años he cumplido los objetivos anuales que me han ido marcando, han ido subiendo mis responsabilidades, me han confiado la dirección de grandes equipos, han tirado de mí desde distintas secciones de la compañía.

En mis primeros años en Renault hice especiales migas con un hombre de mantenimiento que podría tener la edad de mi padre. De él aprendí no solo de técnica, que fue mucho, sino de alegría en el trabajo, de espíritu de equipo, de solidaridad. 

Lo llamaban el Mochuelo.

Una madrugada, mientras dormía en casa, sonó el móvil de empresa a eso de las tres.

Hola Salva, soy el Mochuelo despertador, perdona las horas.

Tardé dos segundos en reaccionar.

¿Qué pasa?

Tenemos una máquina parada y peligra la producción de la noche. ¿Puedes recordarme como reiniciar el autómata?

Es de mis momentos más felices. 

¡Era útil!

Amigos

El otro día leía que se han multiplicado por cinco, en los últimos treinta años, las personas que declaran no tener ningún amigo íntimo.

¡Nadie a quien poder llamar a cualquier hora del día!

Entonces me puse a hacer cuentas de cuántos tengo yo, de a cuáles le puedo aplicar la categoría de íntimos, e incluso a calcular cuántos tenía hace treinta años, cuando era un imberbe perdido en mis diatribas.

Sin duda, he ganado en amigos, en número y en calidad, pero ese juego mío no es limpio, porque estoy comparando a un adolescente encerrado en su habitación con el hombre social que soy hoy.

Si lo analizo con frialdad, entiendo ese estudio. Visto desde mi atalaya de observador de la sociedad en la que vivo, creo firmemente, a mi pesar, que la gente ha perdido mucho de contacto emocional, carnal, humano con sus semejantes. Sobre todo en los últimos tiempos.

Sustituimos abrazos por unos cuantos 'me gusta' y dos corazones.

sábado, abril 20, 2024

Achicar

Tengo dos grandes amigos que pongo como ejemplo cuando hablo de empatizar.

Llegué a ellos por sus mujeres y se han hecho tan imprescindibles en mi vida como ellas.

Cuando los analizo, arrastran en su mochila la carencia del afecto paterno. Más acusado en uno que en otro, pero los dos han padecido la frustración de no sentirse amados cuando eran pequeños.

No hace falta más que rascar un poco para que eso salga a la luz. Ese dolor. 

De ahí que me sorprenda cómo de bien han gestionado esa actitud áspera del progenitor, hasta convertirse en dos personas de las más nobles que conozco. Buenas en el sentido amplio de la palabra.

Quisieron achicarlos y crecieron dos tallos hermosos, pese a algunas raíces podridas con las que aún tienen que batallar.

Tal vez para siempre.

Cómo duele un padre malo.

viernes, abril 19, 2024

Reproche

Hay quien no se da cuenta de que el reproche es desmotivador.

Que decirte que no la llamas te va a hacer llamarla más, cuando lo que de verdad incentiva es mostrar lo bien que me iría estando a su lado.

Si alguien no se acuerda de mí, no es culpa de nadie, sino que yo no soy lo suficientemente atractivo como persona para que me echen de menos, o porque he fallado demasiadas veces, o porque le aburrí en demasiadas ocasiones, o porque mi conversación no es tan interesante como yo pensaba.

Recuperar a alguien querido no se consigue sino mostrando nuestra mejor cara, no buscando los motivos en el otro.

Tal vez nos venga bien ese olvido.

jueves, abril 18, 2024

Contemplativa

Nos falta vida contemplativa.

Estoy convencido de ello. De nuestra necesidad, como sociedad, de mirar durante un rato al día los paisajes, las gentes que nos rodean.

Nos iría mejor.

Hacerlo como ejercicio voluntario, cada cual a su manera, pero educarnos a parar sin más motivo que el disfrutarlo.

Llegamos a los sitios, echamos la foto y nos vamos. Para decir, para decirnos, que hemos estado allí. Sin pararnos a oler, a ver las hojas moverse, a sentir los colores.

Tal vez nos dé miedo enfrentarnos a nosotros mismos y por eso buscamos ruido, algo que mirar, algo que teclear.

Lo lento es precioso.

Peor

¿Qué es lo peor que me puede pasar?

Es una pregunta que me hago cuando estoy en un apuro y suele desactivar todas mis alarmas.

Si cierro la puerta con las llaves dentro, o no me da tiempo a preparar la presentación del día siguiente, o no tengo la cartera cuando tengo media compra hecha, o cuando se anuncia huelga de vuelos justo en el período que tienes organizadas tus vacaciones, o cuando me toca el peñazo de turno al lado en una cena.

Lo peor que puede pasar es nimio en relación a la alegría de sentirse vivo.

domingo, abril 14, 2024

Empire State

Suelo viajar a Nueva York con mi padre mientras duermo.

Son excursiones no programadas, con ese superpoder que nos dan los sueños de recorrer miles de kilómetros, en apenas segundos, sin consultar la agenda.

Tal como le ocurría en París, en los días reales de carne y hueso, a él en Manhattan se le va la cabeza hacia las azoteas, pero no encuentra las buhardillas de pizarra que tanto le sorprendían de la capital francesa. 

—¡Qué maravilla de ciudad!

Quizás yo saqué de mi padre esa capacidad infinita de maravillarme. Él no para de girar la cabeza hacia arriba para contemplar los rascacielos mientras yo disfruto observándolo a él observar.

Siempre me ocurre que se me olvida llevarle a ver el Empire State antes de despertarme y me apresuro a tomar el metro para llegar allí, en esos instantes en que aún confundo la vida de aquí con la de allí y me niego a terminar el viaje.

Afortunadamente nunca alcanzamos a ver el gran rascacielos de King Kong, porque me da miedo que el día que lo visitemos ya no tenga motivos suficientes para acompañarme a Nueva York las noches más inesperadas.

Humor

Si escribir es una de las actividades que me pone de mejor humor, ¿por qué, a menudo, me cuesta tanto?

Tiene que ver, sin duda, con el esfuerzo que supone rebuscar en mis tripas. 

Crear desde la nada es tener que dejar parte de ti en el intento, una composición de la que eres responsable último, en la que uno debe utilizar herramientas que están solo a su alcance, métodos que has tenido que inventar para conseguir sacar algo que interese, que aporte, que haga reír o conmover.

Mi principal argumento para escribir es indirecto y no es otro que la satisfacción que sé que voy a sentir cuando termine, porque si el primer motivo para hacerlo fuera que me voy a abrir en canal no tendría nueve novelas entre mis logros, ni un texto diario que compartir contigo.

viernes, abril 12, 2024

Salud

Hay un factor placer en el cuidarse.

Saber que la ensalada que tomas es sanísima, renunciar esa noche a la cerveza, darte el largo paseo hasta Triana pese a la pereza, hacer las flexiones antes de dormir, estirar la espalda en la ducha, comprar un kilo de sardinas en el mercado, con todo su omega 3.

Tenemos que disociar la lucha salud-disfrute, porque las dos caben en el mismo cofre de las maravillas.

Querer a nuestro cuerpo es querer al mundo. Cuidarlo es lo menos que nos podemos pedir.

Fea

—La vida es fea —me decía hace unos días un amigo, en el tanatorio, tras dar el último adiós a su madre.

—La vida es fea hoy —le respondí—. La vida es fea hoy para ti, para nosotros, que estamos aquí contigo.

Sí, así se ofrece a menudo, sin piedad, malaje, dañina, cruel. 

Devastadora.

Me quedé pillado con su frase, que deshice, ya de vuelta, con esos días de sol en las playas de Conil, con los festivales que celebramos en su casa de campo, las fiestas de disfraces, el nacimiento de sus niñas, las cervezas en la Alameda, su pasión al hablarnos de su empresa, las discusiones divertidísimas con su mujer.




Enrique

—¿En qué consiste tu trabajo actual?

—¿De verdad te interesa saberlo? —me respondíió, sorprendido.

—¡Claro que sí!

Hacía tiempo que no nos veíamos y tenía ganas de saber cómo le iba, y en ese saber va incluida también la vida laboral, ésa a la que dedicamos tanto tiempo los que tenemos edad de trabajar y la suerte de tener un empleo.

Yo hago vida con muchos amigos y conocidos que no tienen ni idea de a qué me dedico, les basta reducirlo todo a 'ingeniero de la Renault'.

Una amiga, cuando se refiere a mi trabajo hace el gesto de teclear. Supongo que imagina que yo me paso las horas escribiendo informes en un ordenador, porque no tiene el más mínimo interés en saber. Cada vez que gesticula mi forma de trabajar, me apetece decirle:

—Sí, soy pianista.

domingo, abril 07, 2024

Corregir

A nadie le gusta que le canten a la cara las cosas que hace mal, y todos tenemos defectos, gordos, que se ven desde fuera con claridad.

A mí, desde luego, no me gusta, por mucho que en teoría diga que sí, que quiero mejorar como persona a través de tus comentarios.

Cosa diferente es la forma en la que te lo hagan ver, con cariño y sutileza.

Pues si a nosotros no nos gusta, es seguro que a los demás tampoco, por mucha razón que tengamos en nuestras críticas y buena intención al hacerlas.

Si queremos aconsejar, opinar o influir en la forma de ser de alguien a quien queramos, seamos ejemplares, empáticos y sensibles. No hay que dejar de hacerlo, pero sí hay que provocarlo para que suceda tal como nos gustaría que alguien nos dijera en qué les gustaría que fuésemos mejores.


Ingenuidad

Desdeñar la vida por el hecho de que todos acabamos por perderla es de personas descreídas, no de seres inteligentes.

Claro que esto de existir es una encerrona, desde el momento en el que admitimos que nos han metido en este circo sin preguntarnos y de que no podremos evitar la muerte. Es así de crudo.

Ante esto, soy de reivindicar una mirada infantil sobre nosotros y lo que nos rodea, infantil en el sentido de no perder la capacidad de sorprendernos, de reír a boca llena, de emocionarnos con los logros que vamos firmando.

Todo eso se entrena, a ser ingenuos se aprende.

Al circo de leones donde nos lanzan, tenemos que saber ponerle el decorado, construir lugares donde sentirnos seguros, rodearnos de gente a la que querer. 

Aunque sepamos que antes o después el león nos encontrará, vivamos la mayor parte del tiempo como si éste no existiera.

Es más sabio.

sábado, abril 06, 2024

Refunfuñar

Tengo la sensación de que, cuanto mayores nos hacemos, más refunfuñamos.

Quizás porque tenemos tan claro aquello que nos disgusta, que nos molesta verlo una y otra vez. El niñato, el maleducado, el de la voz en grito, el listillo, el que no para de hablar, quien sabe de todo, quien no quiere saber de nada. Es agotador.

Y refunfuñamos, aunque sea para nuestros adentros.

Pues sí, es una batalla que también tenemos que luchar, la de no convertirnos en insoportables insoportabladores.

Desvanece

Es un fenómeno muy positivo que se produce en mí.

Nací con ese don, el de que se me borre de la mente la cara de la gente que detesto.

No hace falta que hayan pasado veinte años, sino incluso me ocurre con aquel a quien realicé hace pocos días una presentación en el trabajo y me trató con la punta del pie. Intento hacer memoria, y no distingo sus facciones. Como si fuera un bulto con ojos con camisa y pantalón.

Me di cuenta hace unos años y lo celebré. Tengo el poder mental, involuntario, de no retener la cara de las personas que me hacen daño.

Está chulo, ¿verdad?

El ser humano

 Contaba acerca del único accidente de circulación que he tenido. Íbamos por la sierra de Cádiz en dos coches, hacia una casa de campo que habíamos alquilado para un fin de semana largo. Yo conducía el segundo.


Lloviznaba.

En una curva, el que conducía Araceli se salió de la carretera.

—Lo que es el ser humano —expliqué yo—. Yo me salí justo detrás y no nos matamos de milagro.

—Así que no fuiste tú, sino el ser humano —ironizó mi amiga Carmen.

Tenía toda la razón. Cuando hacemos algo bueno, es mérito nuestro. Cuando nos pegamos un castañazo, la responsabilidad es del mundo mundial.

Patinete

Ya en la calle, pasada la medianoche, terminábamos de despedirnos tras una de esas cenas entre amigos que te dan la vida, cuando vimos acercarse una mujer conduciendo con ambas manos un patinete. Llevaba la cabeza doblada en un escorzo imposible para sujetar el móvil entre la oreja y su hombro.

Hablaba a voz en grito.

Nos apartamos para dejarla pasar y nos miramos, hasta que alguien se atrevió a decirlo.

¡Lo que tiene que hablar esa mujer!

Daba pereza de solo pensarlo.

miércoles, abril 03, 2024

Autoridad

Para madurar de forma sana es imprescindible hacerse respetar.

Lo difícil es encontrar el equilibrio en esa tarea de defender nuestro castillo. No debemos establecer murallas inaccesibles ni abrir todos los portones.

Creo que lo entendí desde bien pequeño, que mi vida me iba en ello, en asegurar que nadie se pasaba de la raya conmigo, incluso ya siendo un renacuajo. 

No me ha ido mal.

El problema empieza cuando se ven enemigos por todos lados y la susceptibilidad se convierte en tu compañera de viaje, pero peor es aún no reaccionar cuando alguien te hace sentirte diminuto.

Ése es el arte de vivir, el continuo aprendizaje para encontrar nuestro lugar en el mundo. 

Digno y amigable.

Corazón

Solo a quien se le ha vuelto loco el corazón sabe disfrutar de su latido, pausado, con una mano en el pecho.

Sentirlo ahí, calmado, rítmico, tranquilo, sano.

Quien no supo de problemas cardíacos da por hecho que ese músculo se mueve porque sí, que no merece que celebremos su buen comportamiento.

Apaga la luz, déjate caer en la cama, pon la palma de tu mano en el pecho y siéntelo. Regocíjate con su tic tac, constante, fiel; firme, perseverante, protector.

Es el pulso de la vida. 

domingo, marzo 31, 2024

Tiendas

'Camisas que no necesitan plancharse', vimos en un escaparate de Bolonia.

Me vendrían bien para el trabajo comenté a Fran.

¡Pues entra!

Negué con la cabeza y continuamos el delicioso paseo mañanero.

Soy tan tonto que, por mínima simpatía que tenga el dependiente, cuando atravieso la puerta de un negocio es como si firmara con sangre la futura compra de uno de sus productos.

Ya por la tarde, me acordé de las camisas. 

¡Vamos! insistió Fran.

Hoy ya estoy en el trabajo con una de las dos que me compré, algo arrugada ya.

Mezcla

Se nos acercó el chaval a nuestra mesa y no podía ser más simpático.

Con unos rasgos difíciles de definir, con un toque asiático y pelo rubio, lo llamaban en un idioma difícil de apreciar desde el otro lado del biombo que separaba a los comensales.

Así pasó parte del almuerzo, con visitas del pequeñín para vigilar los platos que comíamos, con una sonrisa en la boca.

Cuando pagaron la cuenta, vimos a sus padres, una joven japonesa, intuimos, y un tipo pelirrojo, tal vez nórdico.

La historia del ser humano es una lucha por no mezclarse, cuando el resultado no puede ser más hermoso.

Turismo

Tras unos días en Florencia, uno vuelve a casa feliz, por encima de todo, empapado de belleza, de conocimiento, con nada que seas curioso, cargado de energía para volver a los días iguales, más sabio, más sensible.

También inquieto por lo que el turismo de masas destroza, entre otras cosas el buen carácter del ciudadano que habita esos lugares. Nos ha sido difícil encontrar un florentino simpático. En el hotel, en los restaurantes, en las taquillas de los museos. ¡Están hasta el gorro de turistas, a pesar de que muchos vivan de nosotros!

Haber combinado el viaje con Bolonia sirve para comparar dos realidades. Una ciudad fagocitada por extranejros, frente a otra que aún mantiene su personalidad. Una donde es imposible hacerse una foto sin que suene un claxon o una protesta, frente a otra donde incluso puedes pedir que te retraten.

Viajar no puede volver a ser una actividad elitista, no iría por ahí mi razonamiento, pero me cuesta encontrar una solución a la habitabilidad de ciudades-museo que pueden acabar por ser caricaturas de lo que fueron.

Inteligencia

Una persona no puede ser inteligente si no sabe escuchar.

Así me lo resumió Fran tras una cena agotadora en la que la otra persona no se molestó siquiera en disimular con un ¿qué tal estáis?

Reconozco que es un tema sobre el que me repito, de tan llamativo que me resulta. Esas ansias por el yo, yo y yo sin preocuparse por el vosotros.

Acaba ocurriendo que con gente así terminas por no quedar, que es menos complicado, tal vez menos valiente, que decirle 'no hay quien te aguante'.

Sí, la inteligencia es, también, callarse y escuchar.

martes, marzo 26, 2024

Yiyi

A veces, suena muy novelero cuando se dice eso de que alguien no ha muerto, por el hecho de que sigue vivo en nosotros, pero en el caso de mi tío Yiyi es muy fácil de explicar.

Cuando apenas tenía 13 años, un niño enclenque en un colegio homófobo y ultracatólico, fue él la primera persona que me vio en el agujero y tiró de mí hacia fuera.

Borete, tú te vas a apuntar a remo con mi amigo Anchoa.

Convenció a mi madre y no me dieron opción.

La semana siguiente, nervioso como un perro chico, me planté en ese club deportivo y allí estuve entrenando a diario hasta que entré en la universidad.

Descubrí que había otro mundo, hice amigos, aprendí valores nuevos, comencé a formar un cuerpo de hombre, salí de la ratonera de mi habitación, ¡respiré!

Si Yiyi no hubiera tirado de mí, yo sería hoy una persona mucho menos interesante.

Él se nos fue el viernes pero, con el tanatorio abarrotado para despedirlo, seguro que seguirá viviendo en muchos de los que estábamos allí.