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domingo, abril 22, 2018

Zazie

Una de las primeras cosas que hice tras instalarme en París, allá por 2001, fue la de preguntar por cantantes y escritores. Los segundos me los escribieron en una servilleta en una cena veraniega en Niza, y de casi todos permanece algo. Me quedé con Anna Gavalda, Amélie Nothomb y Emmanuel Carrère. De los cantantes me hice fan de Calogero, Pascal Obispo y, por encima de todo, de Zazie.

Una cantante pop compositora de sus propias canciones, con hechura de modelo y comprometida con la sociedad. Recuerdo las noches bailando en el desgraciadamente famoso Bataclán al ritmo de Adam et Yves.

Hay, sin duda, una letra que me toca especialmente el corazón, porque tiene mucho que ver con todos los que componemos historias, con mayor o menor acierto: Je n'écris pas sur ce que j'aime.

Es cierto, yo también escribo sobre aquello que me desespera, o lo que me sorprende, o acerca de mis fantasías, del lugar el hombre en el mundo, del miedo y la fascinación por el futuro, de la vida buena, de las enfermedades de la sociedad.

Pero, como dice Zazie, je n'écris pas sur toi.

A pesar de que lo eres todo para mí, de que mi mundo tiene todo el sentido desde que apareciste tú; que me cuidas, me proteges, me deseas y me admiras tanto como yo a ti; no se escribe del amor que se tiene, de los días soleados, de la alegría de sentirse profundamente amado y de saber que mi vida es lo que es gracias a ti.

Por siempre tuyo, amor.


miércoles, abril 18, 2018

Tiempo

La verdadera dimensión del tiempo se adquiere mirando hacia atrás.

En nuestra infancia el futuro es infinito, en la adolescencia todos los proyectos caben. La madurez consiste en elegir caminos para abandonar otros, constriñendo ese horizonte inabarcable cada vez un poquito más, hasta tal punto que llega un día en que confirmas que no podrás ser casi ninguna otra cosa de lo que eres ya.

Con mi edad miro hacia atrás y toco con la punta de los dedos a ese niño que pasaba veranos eternos riendo en la playa, veo con nitidez mis años de universidad e incluso recuerdo los olores de mis primeros días en el trabajo; las declaraciones de amor, que varias hubo, el primer sexo, con el cuerpo temblando de turbación, el primer viaje a Francia, el abrazo de mi padre al firmar mi contrato, las guardias en el cuartel de Caballería. El día que Fran apareció con su camiseta roja en el Barón. Todo está accesible sin necesidad de prismáticos.

Esa comprensión certera me niego a tomarla con la angustia de quien asume la liviandad de los años; saber cuánto estos pesan es la mejor terapia para no desperdiciar tardes en no hacer nada, la mejor medicina para asegurar bien el tiro de las decisiones, todavía muchas, por tomar.

Ver tan de cerca al niño que fui me permite visualizar el viejo que quiero ser y lo mucho que quiero crecer hasta ese día.


domingo, abril 15, 2018

Arándanos

Reconozco que soy intenso. La curiosidad juega un papel importante en mí, las ganas de experimentar; de ahí que los placeres en los otros se conviertan en retos que cumplir.

Estaba en casa de mi amiga La Polemique hace unos años, en los tiempos en que me invitaba a comer a su casa, donde almorzamos un plato exquisito del que sólo recuerdo lo importante que era tener un colador muy pequeño para prepararlo. Nos dimos dos besos tras escucharle la receta y confesarle mis ganas de siesta; pero yo había olvidado algo en su casa y ella me llamó minutos después de salir para advertirme. Debió oír jaleo al otro lado de la línea a una hora en que me suponía a punto para dormir. No pude evitar sentirme delatado entre los pasillos de El Corte Inglés:

-¿Ya estás comprando el colador?

Si me hablan de los tapices de la dama y el unicornio en París, de una novela arrolladora de un argelino, del local de copas más divertido de Nueva York, de una pequeña capilla de azulejos en Portugal o de una taberna de tapas elaboradas en Sevilla y me llama mínimamente la atención, no hay impedimento que pueda con mis ganas de comprobar el disfrute de vivirlo en carne propia.

Hace pocos fines de semana en Portugal mi hermana Raquel me habló de las ventajas para la salud de comenzar el día desayunando tostadas con aguacate, y ya no hay día en que no lo haga, encantado de empezar con energía la mañana. No hace mucho mi querida Mariángeles me habló de la potencia anticancerígena de los arándanos. Yo le dije que me parecían ácidos. Ella me insistió.

Desde entonces me salen los arándanos por las orejas.

martes, abril 03, 2018

Sonrisa

Tendríamos 18 años y hacíamos el indio en el coche de Francis. Eran las primeras salidas con los amigos, llevábamos todo el día callejeando por el centro y volvíamos al barrio. El tráfico era lento, algo se nos cayó por la ventanilla del coche y me bajé a recogerlo. Tenía la risa floja de los momentos felices. Me volví a mi posición de copiloto, giré la cabeza hacia el coche de al lado y una mujer mayor, que tendría mi edad actual, me sonrió.

No sé cuántas veces ha venido a mi memoria ese instante mágico y tonto. Una desconocida, una señora madura, a sus cosas, en el coche, me sonreía.

Como una comunicación especial con el universo, esos momentos en que dejas de ser transparente para aquéllos que no son de los tuyos, esas simplezas de sentirte de pronto ciudadano del mundo son de una inocencia infinita que no quiero perder nunca.

Tal vez no tuviera 18 años, ni esa señora fuera mayor, ni el coche fuera el de Francis, ni se nos cayera nada a la carretera... Sólo sé que me giré y me sonrió.

Estar en tu universo, girar la cabeza a un lado y recibir una sonrisa franca, de lleno, hacia ti y porque sí.