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sábado, diciembre 30, 2017

Verbo

Glorieta de los Marineros Voluntarios, Clío blanco, media tarde, primavera. Girábamos hacia los Remdios y Bárbara me dice que adora nuestro silencio. Saber que era el Clío me confirma que hace 20 años.

Veníamos no sé de dónde, pero el momento se quedó grabado.

Ahora no sería posible la misma frase. La veo un par de veces al año, nos mensajeamos de vez en cuando y nos queremos con menor intensidad.

La conexión humana, cuando se produce, arroja silencios. El nivel de comunicación alcanza extremos de perfección que te permiten escoger sin titubeos los momentos en que la palabra es precisa. Cuanto menos confianza hay con nuestro interlocutor más hablamos, más incómodo se hace el no decir nada.

Paseaba este martes por la Alameda con Pepe, dieciocho años viviendo ya en Múnich, y buscaba la próxima historia que contarle antes de terminar la que él me estaba escuchando. Porque no sé cómo piensa ya, no sé dónde quedó aquel tímido químico que un día cogió las maletas para no volver.

En mi relación con Fran, en cambio, los silencios son placer. Conocer cada gesto en el otro da incluso miedo. De vez en cuando lanzamos un grito cariñoso al aire para saber que el otro está vivo, en su mundo, por cualquier rincón de la casa.

Me he propuesto, sin embargo, verbalizar más mis emociones. Tengo la sensación de que la vida me lleva por un tobogán de ensimismamiento en mis reflexiones que deshace los hilos que me unen al día a día del resto de los mortales, incluido Fran.

Y descubro que es fácil. Pienso en lo buena que estaba la cena de ayer y lo digo:

-Qué rica estuvo ayer la cena.

Porque podemos conocernos mucho, pero no está de más compartir más a menudo las películas que se reproducen en nuestras cabezas.

martes, diciembre 26, 2017

Woody

Amenazaba lluvia. Decidí adelantarme para evitar las largas colas propias del día de Navidad en el Cine Alameda. Siempre voy con nervios a cada nueva peli de Allen. Puro cine. Da la casualidad de que 'Wonder Wheel' transcurre en Coney Island, donde pasamos uno de nuestros días de vacaciones este pasado verano neoyorquino.

No había nadie en la taquilla.

Esperé a que llegase Fran y entramos. Apenas una pareja y una chica en la gran sala 4 del Alameda.

Las luces se apagan y, desde lo alto de un puesto de socorrista de una atestada playa ambientada en los 50, Justin Timberlake nos explica, tras los imprescindibles créditos jazzísticos, que va a narrarnos una historia de la que él, futuro escritor, es protagonista y cuyo hilo no sabes hasta qué punto es ficción. ¡La magia del cine!

Una historia dura, una Kate Winslet soberbia, el mismo bar de playa donde tomamos hamburguesas Raquel, Iván, Fran y yo. Incluso las mismas cestas rojas y fotos en la pared. Un matrimonio de compromiso por parte de ella, una hijastra que vuelve de una vida fracasada, un niño pirómano...
¿Hasta qué punto podemos abandonar la ética por nuestros sueños?

Las luces me devuelven a una inmensa sala vacía. Salimos a la Alameda para picar un sándwich. ¿Dónde quedan esos cines del día de Navidad?

La vida fluye, sigue, se transforma, ya la gente pasa estos días en casa viendo series de televisión, o fascinados en juegos con la play, con Operación Triunfo, o enredados en redes sociales de las que no soy ajeno... El mundo siempre gira, nunca es nada como era; aunque el cine de Allen consiga meterme durante hora y media en tiempos color salmón para recordarme, a mí, la magia inimitable que rebosa de unas enormes pantallas de cine que tiemblan de no saberse eternas, seguramente inservibles para explicarnos un día, espero que muy lejano, que una vez existieron y nos hicieron felices.

martes, diciembre 19, 2017

Resabiado

Es triste reconocer que en pequeños gestos diarios, a lo largo de una vida, vamos perdiendo la confianza en los otros.

Temas tontos, como un camarero que te toma nota de más platos de los que puedes comer, de un compañero de trabajo que no te avisa de informaciones que te pueden interesar, de un viajero de tren que se queda con tu conector de móvil pudiéndotelo entregar.

Detalles que te hacen más resabiado, arisco, desconfiado, que te lleva a decirle al camarero que ya vienes comido o a no conectar el móvil en el tren, aún estando convencido de que en este mundo abundan los que te aconsejan bien, los que te avisan de los olvidos, los que te alertan de los peligros.

El mal se merienda al bien y lo contamina todo; porque el bien es lo natural, lo supuesto, lo que fluye, la armonía... y eso lo damos por ganado cada día. Sin embargo, se nos cruza aquél que sólo piensa en él y te coloca el cuerpo en tensión, alerta, en una posición de defensa que no distingue quién de entre los compañeros de viaje cuidará de ti cuando te quedes dormido.

jueves, diciembre 14, 2017

Balthazar

Henchidos de vida, salíamos de un musical en Londres y nos encontramos con una réplica del Balthazar, nuestro restaurante fetiche neoyorquino. Suena snob y pijo porque lo es, pero así se presentó la noche. Entablamos conversación con dos mujeres bien entradas en los sesenta, habituales de veranos en 'la costa'. Hablamos del pequeño Reino Unido imbricado en Marbella, de la desazón que les provocaba el Brexit, de su dificultad para entender el español, de las veces que estuvieron en Sevilla.

Fran fue al baño, yo les hablé de algo que no recuerdo y ellas salieron espantadas. Sigo estrujándome la mollera para recordar alguna frase.

-¿Dónde están? -preguntó Fran al volver.

-Han salido corriendo.

Son varias, afortunadamente escasas, las ocasiones en que relaciones, mucho más consistentes que las de esa cena londinense, se han roto de cuajo sin una explicación.

Amigos con los que viste el mundo revolverse entre cervezas y que, una tarde rara, descubres que ya no están por ti.

-¿Dónde están?

-Se han ido.

miércoles, diciembre 13, 2017

Gamberros

Hay actitudes que dan la vida y entre ellas está la poca vergüenza. Siempre me he sentido atraído por gente gamberra, de risa fácil y pudor escaso. Una forma inconsciente, tal vez, de cómo querría ser yo y no alcanzo a imaginar.

No tiene que ver con faltas de respeto ni frivolidades, sino con la íntima convicción de que la vida es más sana cuando se vive sin complejos. Hay algo en mí, por ejemplo, que me hace parecer, sin ser cierto, emocionalmente distante de las personas que más quiero. Esa barrera estúpida del autocontrol que, llevada a extremos, tanto daño hace al intangible del cariño verdadero.

Porque no sólo basta con querer, que yo quiero mucho, sino mostrar en gestos aparentemente sencillos, y siempre gratis, la devoción real por aquéllos que me importan.

Quitar esa coraza es tarea ímprova, pero saber que te constriñe ya es un paso clave para buscarle las costuras.

Recuerdo hace muchos años que Anchoa, mi entrenador de remo, me dijo:

-Borete, qué gracioso eres cuando te sueltas.

Pero el Borete se suelta poco, aún consciente de lo que gana abriendo la sonrisa escondida de los mejores momentos.

miércoles, diciembre 06, 2017

Kang

De pocas cosas estoy más convencido que de mis sesiones mensuales de osteopatía con Juan, un profesional siempre innovador al que llegué hace muchísimo tiempo de la mano de mi amigo Isaac.

No es necesario llegar con ningún dolor ni molestia; ésa es la razón última de acudir a él. Evitar que el desgaste del estrés, las malas posturas o el paso del tiempo vayan anclando en mi cuerpo desajustes a los que tener que habituarme.

Siempre pregunta cómo van las cosas antes de comenzar cada sesión. No sólo la espalda o las articulaciones, cómo van mis días, qué cosas me preocupan. A cualquier comentario le saca punta antes de ponerse manos a la obra. Nunca aplica la misma metodología y yo me dejo llevar por él. Cierro los ojos, experimento con los movimientos de sus manos y escucho sus explicaciones.

Este lunes acudí con cierto peso en la espalda y un principio de resfriado.

-Muy bien, Salva. Hoy voy a aplicarte 'los doce puntos del doctor Kang'. Va a desaparecer tu resfriado y el cuerpo se pondrá en sintonía.

Mostré mi entusiasmo. No es para menos. ¡Los doce puntos del doctor Kang!

Consistía en doce agujas de acupuntura, tres en cada pierna, otras tres en cada brazo. Me las dejó puestas media hora y quedé a solas en el gabinete.

Lleno de agujas en puntos clave, no me atrevía a moverme, pero me estaba quedando congelado. Asomé la cabeza y vi que el calefactor marcaba 27ºC. Me tranquilicé. Pero el cuerpo tiritaba. Entró a hacerme una inspección, moviendo agujas. Le dije que tenía mucho frío -estaba en calzoncillos- y reconoció que el aparato no funcionaba bien. Me tapó con remiendos de sábanas, sorteando las agujas. Y volvió a irse.

Hoy ando empachado de couldina, rodeado de pañuelos, acordándome de los antepasados del doctor Kang.

jueves, noviembre 30, 2017

Atención

Una de mis principales dificultades como mando de mi empresa es conseguir que mi equipo o mis compañeros mantengan la concentración al tratar cualquier cuestión. Lo que parece una dificultad propia de niños se está convirtiendo en una epidemia de adultos sobre la que será preciso reflexionar, porque no prestar la atención precisa a los retos y dificultades diarias hace que estos se aborden con ligereza y sin el rigor precisos, construyéndonos un futuro que será cualquier cosa menos brillante.

El triunfo en estos tiempos creo que lo ganará el que sepa inventarse burbujas de desconexión hacia estímulos secundarios; gente que sepa filtrar lo importante en el día a día sin sucumbir al ruido que se cuela por cada rendija. El sabio, el creador, el innovador, el líder, todos ellos deben edificar su valía sobre la lectura, la experimentación y la observación, para lo que se requiere esa cualidad cada vez más escasa, que consiste en focalizar la atención en aquello que es importante.

miércoles, noviembre 29, 2017

Morfina

Imbuido por el lanzamiento de la novela, trabajaba en un Starbucks con el chaval que diseñaba mi nueva página web cuando sonó el teléfono. Siempre que lo hace desde un número anónimo sé que es Brigitte. No lo cogí. Cuando dejé en la moto a Carlos en su casa comprobé que tenía hasta cuatro llamadas perdidas. Con cierto desasosiego llegué a casa, apagué la moto y subí las escaleras esperando lo peor. No encendí luces, era ya noche cerrada, y la llamé.

Escuché del otro lado a una persona drogada.

-¿Qué te pasa, Brigitte?

-Te he llamado, Salva...

Le pedí que se sentara, que se acostara. No sabía qué le ocurría. Recordé su salud frágil, sus prótesis de rodilla y cadera, la muleta al andar, los dolores de espalda. Sus andares asimétricos entre la cocina de su piso de Suresnes y la mesa de la salita trayendo las ensaladas de endivias con nueces y las copas para preparar Kir Royal. Años ya lejanos en que me cuidaba como una madre francesa, en los ratos de almuerzo que compartíamos en su casa durante mis años vividos en París.

-No te asustes -me decía con voz de borracha-. Es la morfina, ¿sabes?

-Acuéstate, Brigitte. Prometo llamarte mañana. Descansa...

-Estaba pensando esta tarde que no sé si volverás a verme viva, Salva... Por eso te llamé.

El corazón se me estrujaba de dolor. Le dije que la vería muchas veces, con la angustia propia de quien siente que no se ha comportado como debiera con esa mujer ya anciana, de familia despegada y soledad forzada.

Secretaria en sus últimos años de mi jefe, éste le dijo al cambiar de puesto que cuidara de mí... Mañana vuelvo a París. La llamé para decírselo, para pedirle un nuevo almuerzo en su casa, como en aquellos tiempos en que hablábamos de la llegada del euro y ella bramaba furiosa contra Chirac; pero la cogí en el hospital.

-Deben operarme de nuevo, Salva.

He estado pendiente de ella estos días, hasta recibir esta mañana un mensaje de su parte. Ya está en casa.

-Tengo todo listo para tu ensalada de endivias con nueces y tu entrecotte...

sábado, noviembre 25, 2017

Gol

Aunque me gustaría afirmarlo y pienso que la vida no es otra cosa que un juego en el que nos han plantado sin permiso, no estoy de acuerdo en que no haya situaciones que tomarse en serio, que están en la cabeza de cualquiera que lea esto.

Es precisamente por ello que me llama la atención el semblante con el que muchos viven su día a día. Te cruzas con gente haciendo la compra en el supermercado con rictus tan concentrados que pareciese que su vida dependiese de la salsa de tomate que tienen que elegir; compañeros de trabajo que se toman tan a pecho decisiones intranscendentes que te planteas cómo harán para distinguir las pocas decisiones cruciales que la empresa nos requiere; padres que educan a sus hijos con tal espíritu asustado que no hacen sino inculcarle terror a chupar un lápiz.

Hay tres cosas, por no decir dos, que tratar con gravedad, en este terreno de juego azaroso por el que nos movemos sin tener claro dónde está la portería ni en qué consiste marcar un gol.

Relajando la escala de valoración de los retos diarios no hacemos la vida sólo más fácil a los demás, sino que evitamos sofocos innecesarios en nuestro ajetreado día a día.

Todo es más simple de lo que queremos forzarnos a ver.

lunes, noviembre 20, 2017

Inseguro

Yo fui tan tímido de joven que no me solidarizo con los que lo son.

No siempre, pero la timidez suele ir de la mano de la inseguridad, el no confiar en las propias capacidades, infravalorarse.

El paso del tiempo, sin embargo, suele ofrecerte las herramientas para ir descascarillando esa capa de cristal que falsamente nos protege, que nos obliga a caminar con miedo.

La inseguridad, a fin de cuentas, suele ser problema de gente egocéntrica. Lo digo porque lo fui. Esa supuesta debilidad viene dada por el hecho de creerse suficientemente importante como para pensar que el mundo está pendiente de ti.

El tímido, en el fondo, se ve empoderado de cierta relevancia personal. Pero el mundo no está pendiente de nosotros.

Recuerdo mi primer viaje a Manhattan, hace quince años. Mi amigo Kristian me pidió gritar a pleno pulmón en plena Quinta Avenida. Me reí. Insistió. Le dije que estaba loco. Se frenó y se cruzó de brazos.

-No me muevo hasta que grites.

Protesté como un niño chico, pero sabía que tenía razón.

Me tapé la cabeza, miré hacia todos lados de esa inmensa avenida. El gran Kristian me miraba desde su metro noventa, con los brazos cruzados.

Grité todo lo alto que supe.

¡¡¡Aaaaaaaahhhhhhh!!!

Apenas un hombre de rostro asiático se giró, del susto, por pura cercanía. El resto de la ciudad seguía rulando, con todos sus colores amarillos y sus trazos de cristal.

sábado, noviembre 04, 2017

Chelsea

Abandonábamos el mercado de Chelsea tras pasearnos el High Park Lane y enfilábamos las viejas calles de ladrillo visto que llevan a la Octava Avenida desde la Novena. Iván dijo que estaba cansado. Hacía días de nuestra llegada a Nueva York, habíamos pateado la ciudad de arriba abajo. Intenté explicarle quiénes habitaron en esas casas que íbamos a visitar. Pero él estaba cansado. 

Dicen que ante dos cuadros exactamente iguales en apariencia, uno obra maestra y el otro imitación, alguien con sensibilidad artística consigue emocionarse ante el que certifican como auténtico. Es sugestión, sí; la bendita capacidad para interpretar con el alma la grandeza de lo humano.

No es lo mismo tocar una piedra restaurada que una milenaria, aunque estén igual de frías.

Es necesario vivir mucho, leer mucho, viajar mucho para entender la emoción del lugar, y hay que tener el corazón abierto.

Mi sobrino Iván sólo veía una calle más y quería sentarse a jugar con su móvil. Yo me reconocía a miles de kilómetros de distancia, en uno de los epicentros del mundo más rompedor, consciente de que la admiración y el disfrute están en lo intangible, en eso que nuestra curiosidad trabaja dentro de nosotros mismos para colocarnos en alerta ante lugares, objetos o situaciones excepcionales.


Sé que Iván volverá a esas calles, será entonces cuando entienda aquello que un día su tío le quiso explicar.

domingo, octubre 22, 2017

Bienestar

El mejor francés lo aprendí en los atascos del Periférico de París escuchando France Info en mi Mégane. Recién llegado a mi nuevo destino, comprendí que rebelarme contra el tiempo encerrado en el coche era una batalla perdida, así que me hice a la situación y calibré la importancia de prestar atención a la palabra hablada para hacerme con un francés, hasta entonces aprendido con fascículos de Planeta Agostini, culto.

Echo en falta una cadena como France Info en España. Mezclan noticias cada diez minutos con entrevistas, reportajes o debates necesariamente cortos para dejar paso a esos puntos inaplazables de relatos de actualidad ordenados de mil maneras.

La semana pasada tenía muchas horas de coche entre París y la fábrica donde asistí a un seminario de trabajo. Oportunidades anheladas de vuelta a mi cortejo con la emisora de mis felices años parisinos. Aparecía Puigdemont como una gotera y un discurso de Macron sobre la recuperación de una policía de proximidad que Sarkozy eliminó con sus ínfulas napoleónicas.

Entonces vino una entrevista con un filósofo. Pierre-Henri Tavoillot. Hablaba del terror del bienestar. Una gran parte de la población necesita luchar contra o a favor de alguna causa fuerte para dar sentido a su existencia. El bienestar, en cambio, paraliza. Tal vez porque se da uno cuenta que su vida está vacía, que el final siempre es terrible, que no se entiende qué hacemos aquí.

Aparqué en Amiens camino del aeropuerto con dos objetivos, volver a pasearme su catedral y encontrar el último ensayo de Tavoillot.

Ya lo decía Solzhenitsyn, 'cuanto mayor es el bienestar, más grande es el desasosiego'.

Mi proyecto de vida es, entre otras cosas, desmentir esa cruda y bien argumentada aseveración.

miércoles, octubre 18, 2017

Champiñones

Hace una tarde primaveral en un Amiens otoñal. No me une a esta ciudad otra lazo que la magia de su belleza. Camino del aeropuerto, de vuelta a casa, desvío mi camino para volver a pasearme su catedral, de altura impensable siglos atrás.

Dejo atrás un seminario entre colegas venidos de los cuatro rincones del globo, con el regusto que deja trabajar, pasear o cenar con japoneses, rusos, iraníes, brasileños, turcos, alemanes y portugueses, negros y blancos, buceando en las restricciones de otros idiomas para comunicarnos. 

Me hablaban anoche de un gran jefe, una persona brillante, jubilada hace pocos meses. La invitaron a un encuentro entre antiguos ejecutivos de la empresa en una fábrica del norte de Francia.

-Sólo hablaba de champiñones, Salvador -me confesaba alguien que asistió a ese encuentro.

Sí, el gran y admirado gran jefe, sólo hablaba de champiñones. Los dibujaba, les explicaba dónde cogerlos, las mejores épocas...

-Ya sabes, pertenecía al grupo de los hiperventilados.

Sí, de esos que disfrutan tanto de su trabajo que no saben hablar de otra cosa, que plantean sus ilusiones paralelas a las de la empresa.

-A dos días de jubilarse, trataba de convencernos de cómo aplicar las nuevas políticas de mantenimiento preventivo.

Y los dos días pasaron. Ahora sólo habla de champiñones.

lunes, octubre 09, 2017

Muda

La encontró Guillaume a petición nuestra. Buscábamos una actriz hispanoparlante que viviese en París y apareció Belén, paraguaya de humor sarcástico, habladora, gamberra, piel blanca, largo pelo negrísimo y rasgos lejanamente raciales.

Nos embarcamos todo el equipo en un vuelo de Ryanair para grabar en un estudio alquilado por cuatro días el inicio de la película. Una escena lésbica oscura que marcaba, desde el inicio, el desenlace final de 'No te supe perder'.

-¿Te importaría desnudarte de cintura para arriba? -le pregunté, ajeno a las convenciones entre artistas.

Respondió, rotunda, que no había problemas.

Esa noche de rodaje había tensión en el ambiente. Acabamos de copas por los canales de Saint-Martin. El resto del fin de semana pasó entre escenas de metro y de calles atravesadas por los Grandes Bulevares.

Días después aterrizó en Sevilla, grabamos los primeros segundos de metraje y disfrutamos de su capacidad de reírse del mundo en un fin de semana maravilloso. Nos hablaba de Paraguay, de su hermana famosa de series de televisión, de su arisco amante francés y de su amor por el teatro.

La vi varias veces más, en París, de nuevo en Sevilla, el tiempo pasó. Tuvo un hijo hace poco, se fue a vivir a Brasil.

Seis años después la película se terminó, pero ella no aparecía en los títulos de crédito. Me escribió:

-Salva, ha debido ser un error pero...

Le expliqué que no. Se había decidido suprimir, por coherencia, las escenas iniciales. Tuve que asumir la decisión de otros y no buscar excusas.

-Lo siento en el alma, Belén.

Ella me mandó besos. Me dijo que ya había merecido la pena lo vivido tan sólo por conocernos a Fran y a mí. Que nos deseaba lo mejor.

Querida Belén, me diste una lección de humanidad.

lunes, octubre 02, 2017

Tristeza

No sabía que pudiera dolerme tanto mi país.

Hemos sido educados en una sociedad democrática joven y hemos crecido con ella. Una democracia que sufría, a cada paso, el zarpazo del terrorismo de ETA y que tenía que ponerse en pie una y otra vez.

En 40 años se ha ido construyendo, con el esfuerzo de todos, un país abierto, moderno y plural, ejemplo para muchos y orgullo para los que lo hemos visto crecer. Esa sensación de pertenecer a un país viejo al que hemos acompañado en su crecimiento como democracia joven ha marcado nuestras vidas.

Ayer, sin embargo, dimos atolondradamente y con estupor, muchísimos pasos atrás.

Por la ignominia de unos señores instalados en el más cerril nacionalismo talibán, aprobando leyes contra la ley que los sustenta, se preparó una encerrona mayúscula a nuestra democracia. Con todos los subterfugios de un pretendido buenismo malintencionado, azuzó a las masas a votar desoyendo a la justicia.

Y caímos en el fango. Nos pusimos de fango hasta arriba. Nuestra querida España se enredó en palizas a sus propios hijos rebeldes, torpe y ofuscada.

Nadie que sienta a España puede estar feliz con lo de ayer. Porque quererla es saber que este país se construye con el respeto a todos los que lo conforman, incluso hacia aquéllos que la quieren destruir.

Así no. El dolor es inmenso.

jueves, septiembre 28, 2017

Solo

Si echo la vista muy atrás, medicina sanísima para conocerse, encuentro en episodios de mi adolescencia más temprana las claves de la persona que soy hoy. Descubrir mi sexualidad, con espanto, supuso asumir ya muy joven que en la vida uno está fundamentalmente solo. No había cómplices en quien derrumbarme, o no supe encontrarlos, de ahí que entendí que las decisiones nadie las iba a tomar por mí. Todo se volvía clandestino a la vez que deslumbrante. La vida se me ofrecía en carne viva con guiños que sólo podía ver yo.

Esa comprensión amarga de la soledad del hombre, una visión diáfana de la encrucijada de estar vivo, supuso un combustible potente para investigar respuestas que no se buscan a esa edad; aquélla en la que uno vive ensimismado por el grupo y la familia, cuando es difícil adivinar todo el peso de la existencia.

Sudar esa soledad temprana implicó descubrir claves inocentes pero rotundas. Si uno es consciente de que la única persona con la que vas a compartir con seguridad todo tu futuro eres tú mismo, comienzas a comprender que no debes esperar que nadie salga al rescate. Desaparecen los lamentos hacia los demás, porque visualizas con claridad que el motor de todo está en ti.

Toda la vida está en uno.

Entiendes entonces que debes de cuidarte. Para ser grande. Porque si eres pequeñillo la vida se transforma en pequeñilla. Si no te cuidas la vida no te cuida. Si me encerraba en mi habitación, ella no vendría a sacarme de paseo. La vida era yo, por lo que cuanto más valor me diese mayor riqueza tendría mi vida.

Asumir ese axioma brutal fue un descubrimiento que me hizo valiente. Me gustaba el vértigo de decidir, de opinar, de posicionarme, de aprender a equivocarme, de embarcarme en proyectos de futuro. Porque, además, comprobaba que esa vida, que se iba haciendo grande en mí, me hacía más atractivo a los ojos de la gente, de esas otras islas que, asomadas a su balcón, se cruzaban en mi camino.

Comprendí que una persona fuerte es enormemente interesante. Aquélla que no espera nada de los demás y que vive sin miedos atávicos.

Fue entonces cuando alcancé a ver, con alegría, que no estaba tan solo.

sábado, septiembre 09, 2017

Ruido

Hoy apenas he dicho dos frases, en la primera pedía un par de croissants para desayunar.

-El de mantequilla es más delicado, el otro es más sabroso.

-Que sean sabrosos -respondí.

Me gustan estos fines de semana recluido junto al mar. Prefiero la compañía, sobre todo la que yo suelo tener. Sin embargo, no hago ascos a los días en soledad. No hablar, leer, no hablar, cocinar, no hablar, dormir.

Debería de ser obligatorio. ¡Estamos rodeados de tanto ruido!

Se habla mucho para no escucharse. Es desagradable presenciar escenas donde dos se interrumpen para contar cada cual lo suyo. Lo vivimos a diario. Nos atropellamos con las palabras para decirnos nada. Una de las claves de mi felicidad es que comparto mi vida con alguien que tiene la capacidad de asumir mis silencios; es muy placentero cenar de frente con quien sabes que las conversaciones van a ser escuchadas de pleno en los dos sentidos.

No sabemos lo que nos perdemos al no dar pie a aquéllos que apreciamos para que nos cuenten. No encuentro cita más agradable que aquélla dedicada a bucear en los mundos que el otro quiere compartir contigo. Con una atención real, sin buscar contraejemplos para hablar de ti. Sin comparaciones ni interrupciones prescindibles.

Yo conozco más o menos bien mi mundo interior, me resulta mucho más divertido callarme y que gente valiosa me cuente cómo aprendieron a ser felices.

Sin atosigar.

jueves, septiembre 07, 2017

Talibanes

Cuando uno ve noticias en el telediario de ultranacionalistas agitando banderas contra el diferente, nunca piensa que eso pueda a llegar a ocurrir tan cerca de casa. Si acaso en la América blanca atizada por Trump o en las calles de Teherán. Sin embargo, los tenemos aquí, en la querida Barcelona, ciudad soñada por medio mundo por su calidad de vida, el espíritu abierto y cosmopolita, la de los grandes paseos arbolados y playas de arena fina a pocos metros de su catedral, la vanguardista, la cuna de la novela española de posguerra, la de calles estrechas de piedra y de cafés donde sentarte a vislumbrar el mundo.

A uno se le pone la piel de gallina escuchando cada dos por tres discursos épicos contra un enemigo, del que al parecer formo parte, entonando himnos patrios de liberación. ¡De liberación! Quieren convencer esos talibanes al mundo de que son un pueblo oprimido. Desleales, mentirosos y agitadores nacionalistas.

Afortunadamente no soy de banderas, pero duele ver que la quitan con desprecio y se ríen de nosotros en ese medio parlament vacío de aquéllos que no son bien vistos por no odiar a España.

Apena, cansa y entristece todo lo que vemos. Mucho. Estos provincianos enloquecidos con su propia egolatría no saben el daño que están haciendo al país que tanto dicen amar. Jamás la imagen de nuestra querida Catalunya ha estado tan desprestigiada.

Todo mi amor hacia Barcelona, aquella ciudad que un día me conmovió al atravesarla una tarde de verano en coche yendo hacia Bañolas. Yo era apenas un adolescente y caí rendido a sus pies. Querría volverla a ver con los mismos ojos de admiración.

Querría volver a sentirme orgulloso de ella como entonces.

domingo, septiembre 03, 2017

Spørg

Tras alquilar cincuenta vasos de cristal, todos iguales, para mi fiesta de cumpleaños, a Fran se le ocurrió buscar algo que los distinguiera para no acabar mezclando con los efluvios del alcohol unos con otros y tirando, los más escrupulosos, los gintónics por el fregadero.

La tarde del jueves nos plantamos en una tienda danesa, abarrotada de clientela, especializada en vender chorradas de diseño. Te metes como borrego en un laberinto de estanterías que no tienes más remedio que recorrer hasta las cajas finales, obligado a pararte para no tropezarte con el de delante y así, acabar llevándote a casa servilletas, tarros o lámparas que acabarán arrumbados en cualquier rincón de casa.

Encontramos al fin los muñequitos de colores con forma de diablos o fantasmas que se pegaban como ventosas a los vasos para individualizarlos. Todo un éxito.

Las cajeras trabajaban a destajo. En nuestro turno le pregunté a la que nos atendió qué significaba la frase que aparecía en sus camisetas rojas.

-No lo sé -me dijo, extrañada por su pregunta.

'Dios mío', pensé. ¡Cómo alguien puede trabajar para una empresa, colocarse una camiseta corporativa con un par de palabras y no preguntar qué significan!

Vería mi cara y preguntó a su compañera de al lado.

-Niña, ¿qué significa lo de las camisetas?

La otra se encogió de hombros, seguramente pensando 'qué cliente más raro'.

Hice una foto a escondidas. Coloqué el traductor de danés ya en casa. 'Spørg mig'. No tardé ni diez segundos en descubrir que significaba 'Pregúntame'.

Eso es lo que hice, preguntarles. Pero quizás no sabían que trabajaban para una empresa danesa y lo de su camiseta les sonaba a chino.

miércoles, agosto 30, 2017

50

Acabo de terminar de ver, tras muchos meses, la serie Friends. Es duro verlos abrazados abandonando las escaleras del piso del cruce de las calles Grove y Bedford. Este verano estuve allí, quise visitar esa esquina; pasé con Raquel y Fran en taxi por allí una noche desafortunada, por la calle Grove, sin ser consciente. Sí, voy con retraso. Friends se emitió hace mil años.

Al apagar la tele he oído sonar el móvil. Me felicitaban por mi cincuenta cumpleaños. Joder.

Uno llega a fronteras que piensa que nunca atravesará. Cuando llega, observa a los que están allí, como un intruso, como si aquéllos que tienen cincuenta hubieran nacido así, con medio siglo a cuestas. Todos pensamos que nosotros no, que somos especiales. Mi madre murió con 49, se quedó a las puertas. No tengo derecho a protestar por haber llegado a ser mayor de lo que ella lo pudo ser jamás.

En un rato sonará el despertador y volveré al trabajo, ilusionado. Recibiré felicitaciones sentidas, porque sé que hay mucha gente que me quiere de corazón. Gente imprescindible para mí.

Nunca más se cumplen los años que se cumplen.

Hubo un tiempo en que me sentí protegido; tuve la suerte de nacer en una familia maravillosa. Mi padre nos dejó y duele horrores. Tengo, sin embargo, la suerte de sentirme amado. Y sé que mi vida siempre será una lucha alegre por no ser un hombre encorsetado por lo que la sociedad espera de mí. Quiero ser libre siempre, poner la creación como objetivo último, deshacerme de necesidades superfluas que no llevan a nada. Y proteger a los míos, quererlos, y tener el amor como bandera.

Ayuda mucho a entender lo hermoso de la existencia el haber quedado huérfano de madre siendo tan joven.

Son 50, pero sigo siendo el niño de entonces. No quiero perder ese halo de inocencia, porque soy terriblemente feliz.

domingo, agosto 27, 2017

Sonrisa

Una sonrisa es la mejor tarjeta de visita. 

De poco sirve, a veces, sonreír por dentro si mantienes un rictus serio cara al exterior. Es una medicina clara que yo me receto, yo, que soy una persona de semblante serio. Cada vez que lo recuerdo, en las situaciones más diversas, lanzo una sonrisa. Incluso si no me ve nadie. Sonrío, y como dice mi amigo Esteban, esa sonrisa se reparte de forma milagrosa por todo el cuerpo, una suerte de cosquilleo eléctrico que activa las células de tu cuerpo, las despereza, zarandea y menea para ponerlas en sintonía.

La gente que sonríe es enormemente atractiva. 

La sonrisa también es belleza y luz azul y un cuadro de Hopper. De ahí que siempre intente mostrar al mundo ese amor mío por lo luminoso, lo simétrico, lo bello. Compartir la grandeza del mundo visto por mis ojos.

Dicen que por las redes sociales mostramos sólo la parte de nosotros que queremos hacer pública. No hay que ser un lince para confirmarlo. 

Yo quiero compartir mi universo de disfrute, no cansar a nadie con problemas que yo sé resolver, conmigo y con los míos.

La vida se desliza vertiginosa como para entorpecerla martilleando continuamente nuestros miedos al aire. 

martes, agosto 15, 2017

Dignidad

Harto de toparme en las portadas de la prensa, un día sí y otro también, con los cavernícolas de la CUP, tomo el avión de vuelta tras una maravillosa semana en Gran Canaria.

Días de abstracción, paseos, lectura, baño, ejercicio y buen comer en los que he padecido, colocándome los ojos provincianos de la soberbia Anna Gabriel, a decenas de profesionales canarios atendiéndome con exquisita educación y una sonrisa. Profesionales de raza.

La Anna Gabriel de sonrisa perdonavidas les habría explicado que a esos alemanes a los que sirven los desayunos hay que barrerlos, que las islas deberían volver al exclusivo cultivo de plátanos y ellos repudiar al extraño, empezando por el godo españolista.

Al socorrista que amablemente le entregue las toallas le soplaría al oído que está siendo sobornado por el capital, mientras le entrega un bote de polvos pica-pica, 'a utilizar preferentemente con españoles'.

En la recepción pediría que desconectaran las cadenas que no son autóctonas. 'Programe su televisor a su gusto, señora Gabriel'.

No entendería ella que las limpiadoras la saludasen con un sonoro 'buenos días'. '¡Os están explotando!'

Sería uno de esos amables empleados de hotel el que una tarde soleada le explicaría que su trabajo es bien digno, que el hotel donde ella se aloja está en planta desde 1974 y que ahí trabajó su padre, que bajó de 'esa sierra agreste que usted ve, para darnos de comer a la familia'.

'Canarias es mucho más que una playa, señora, pero sabemos ofrecer esa playa al mundo y hacerlos sentir como en casa'.

Con el gintónic de la noche, el cantautor venido en su coche compartido con otros currantes desde Las Palmas, le cantaría suavecito por Serrat, versionando al universal Machado.

'Universal', querida Anna.

Dejaría atrás una región Canaria humilde, bella y digna trabajadora de sus potencialidades, luchadora por su futuro y ambiciosa de un porvenir abierto al desarrollo. Que quiere dar a sus hijos estudios para ser todo lo que puedan soñar en un mundo interconectado. No tendría más que haber leído un poco sobre ella para comprender la grandeza de estas islas, que no son todo playa, pero que saben que la playa, ofrecida con dignidad, es su tesoro.

'Es horrible viajar', diría Gabriel, 'no nos entienden'.

martes, agosto 08, 2017

Negros

Hace años leí "Poeta en Nueva York' y no entendí nada de sus versos surrealistas, pero me impregné de todo el maremagnum explosivo que sintió Lorca.

Hace un rato una azafata negra me deseaba un buen vuelo, poco después de que una vendedora hispana me empaquetara una taza de café que no sé dónde pondré, tras haberme controlado el pasaporte una policía de color y habernos acercado en taxi al aeropuerto un árabe llamado Hammed, que nos recogió en la parada de la línea E que una mulata de acento cubano, a la que contratamos la vigilancia de nuestros equipajes, nos indicó justo después de que una puertorriqueña nos pusiera de comer sopa de pollo.

No me gusta hablar de razas, ni de los mexicanos reventados que dormían con la boca abierta repartidos por los vagones del metro la madrugada del sábado camino de Harlem, ni de la humildad con la que recogen la basura de los que nos zampamos la suculenta comida picante que nos cocinan; pero me gusta pensar que sus hijos estudian, que esos negritos vestidos de hombre que nos miraban embelesados en la misa de su barrio algún día gobernarán el mundo que creemos nuestro, y que lo harán sin rencor.

lunes, agosto 07, 2017

Dream

Estaba en un lugar morado y circular, de grandes vigas metálicas con remaches gigantes, cuando una alarma me expulsó de allí. Traté de agarrarme a la música que sonaba, pero trompetas y matasuegras se mofaban de mi intento de reingreso agarrado a una melodía que olvidaba, como se escapan el agua de las manos. Escuchaba a Raquel aún allí, sin embargo sus carcajadas se hacían confusas, tamizadas por pantallas de material chicloso. Atravesó una ambulancia, tremebunda y larga; infiltrada de otros mundos. Sé que lo pasaba infantilmente bien y que allí estaban gentes que no frecuento. Traté de recordar los vehículos que usábamos, los algodones que comíamos, el sentido de ese círculo de hierro azul, los sofás rosas, la utilidad de unos botones amarillos que rechinaban al presionarlos. Quise colarme dejándome caer, haciendo el muerto. Aporreé para que me abriesen y sentí vértigo. Comprendí que la alarma eran sonidos programados de móviles, las ambulancias eran de enfermos y despertaba de mi última siesta en Nueva York.

sábado, agosto 05, 2017

Cash

Acabábamos de cenar en La Esquina, un mexicano de carta corta y música altísima instalado en un subterráneo al que hay que acceder por la cocina, en el Soho.

Fuimos a tomar una copa a un bar de música en directo. Habíamos dejado a Iván en la casa, Fran fue al baño y pedimos 2 gintónics y una tónica para Raquel.

-40 dólares -me pidió el que parecía ser propietario de ese pequeño antro.

Le pasé mi tarjeta y la rechazó.

-¡Cash! -nos dijo de malos modos.

-I don't have cash.

Le quitó de un manotazo a mi hermana la tónica que empezaba a beber y tiró los dos gintónics al fregadero con toda la mala hostia imaginable. Nos quedamos de piedra.

-¡Me cago en tu puta madre! -le dije-. Fuck you! -insistí, imitando al peor cine americano.

A esto llegó Fran y se encontró el pastel. Fuimos a la salida con un cabreo de mil demonios.

-¡Bore, cuidado! -gritó mi hermana.

El dueño había salido de la barra y se encaró conmigo. Nos dijimos lo más grande cada uno en nuestro idioma.

Qué miedo da el ser violento que todos llevamos dentro.

miércoles, agosto 02, 2017

Flesh

Llegamos con tiempo para pasearnos Brooklyn, pero al situar la iglesia para tomar referencia vimos una cola enorme, así que decidimos quedarnos. El domingo pintaba espléndido y no importaba aguardar media hora al sol, más teniendo a nuestro lado el espectáculo de señoras negras vestidas con sus mejores galas, mucho color, para ir a misa.

La mercadotecnia era brutal. Grandes pantallas anunciaban actuaciones, daban cuenta de campañas de ayuda a Haití, de apoyo a jóvenes drogadictos, siempre invitando a contribuir.

Más que iglesia era un teatro descomunal, con grada alta y gallinero. Intentamos adelantar posiciones, pero los primeros asientos estaban reservados, luego entendimos por qué.

El comienzo, brutal. Una rubia de falda negra y tacones comenzó a cantar con todo el graderío posterior apoyando en un baile armonioso y voces nada improvisadas. Todos de pie. Palmas de los devotos. Todo era amor y Dios. El amor a Dios. 'Higher than mountains! Deeper than oceans!'. Veinte minutos de éxtasis, con las pantallas gigantes avanzando la letra a modo de karaoke.

Llegó el pastor, con aires de presentador televisivo. Empezó por hablarnos claro a los turistas. 'Este servicio es muy importante para nosotros y debe ser respetado en su integridad', apoyado por fuertes aplausos desde todos lados, rodeándonos.

Tras un par de cánticos colectivos de piel de gallina, 'no tires la toalla, Dios trabaja por ti', llegó el sermón, apoyado en efectos visuales.

Todo giraba en torno al 'flesh'. Rehuir del flesh, cobijar al espíritu santo en tu corazón y desobedecer al flesh. Todo era flesh. Parecía el club de la comedia, con el espíritu santo tirando del pastor a un lado, muy payaso, y el flesh del otro.

Mi inglés limitado y técnico no tenía registrado el flesh.

En cuanto encontré algo de wifi di con la explicación. Flesh es 'la carne'.

Qué misa más divertida.

martes, julio 25, 2017

Manhattan

Era un verano de hace catorce años, ya hacía dos que vivía en París. Andaba soltero por entonces y sin planes concretos de vacaciones. Mi amigo Kristian, tras comentarme que un profesor chileno que solía visitar cada invierno le prestaba su estudio de Harlem, me propuso acompañarle en su aventura neoyorquina ese mes de agosto. Le dije que sí.

Siempre me ha ido bien cuando he aceptado a la primera propuestas deslumbrantes.

Ese viaje supuso un revolcón emocional. Una ciudad entera me erotizaba sin ella saberlo, me zamarreaba con sus restaurantes africanos, los asientos de gallinero de sus musicales, los zumos de sandía en avenidas abiertas como pasillos entre monstruos; me descontrolaba en noches de jazz con menús baratos, desbaratando mis residuos de provincianismo en metros atiborrados de negros que se convertían en blancos al llegar a las calles con nombre; Manhattan me chuleaba riéndose de mis rigideces para confirmarme que la vida no era otra cosa que saborear el presente, mísero y fascinante a partes iguales, esplendoroso en toda su humanidad.

Volví a ella enamorado, siempre queriéndola compartir, como si fuese mía, como novio generoso, como amante disfrutón de orgías pactadas; volví con nieve, volví con amigos, volví con calores y recién casado, volví siempre abducido por el torbellino que todo lo rechupa, magnetizado por el imán de quienes estamos barnizados por una capa metálica de espíritu curioso.

¿Otra vez a Nueva York?, comentan los que me preguntan.

Sí. Otra vez. Mientras me lata el alma. Nervioso como el primer viaje. Nos acompañan Raquel y mi sobrino Iván, y no dejo de pensar en ese instante fugaz, que aún no ha ocurrido, de aquí a unas horas, cuando él vea, chiquitito, los grandes luminosos de Times Square, el hormigueo humano girando en redondo y comprenda, por un segundo, el amor de su tío por esa ciudad; el amor de su tío por estar vivo.

miércoles, julio 19, 2017

Azul

Estaba de Rodríguez la semana pasada. Con la nevera vacía, salí a pasear cuando el calor dio tregua, ya bien entrada la noche. El cuerpo me pedía algo frío y recordé un bar de la calle San Eloy donde tomar un plato de gambas y una cerveza, que me supieron deliciosas.

Tiré de vuelta por esa misma calle dirección a la Campana. A cien metros vi un grupo de mujeres con petos azules sacando material de una maleta. Me fui acercando y comprobé que eran tápers con comida. Las mujeres, por su vestimenta y el cardado del pelo, parecían de clase alta. Superaban los sesenta años.

Al avanzar, descubrí que bajo los soportales había un grupo de indigentes tendidos sobre mantas y plásticos. Ellas les repartían comida, ofrecían vasos de plástico con agua. Justo al pasar a su altura, uno de estos hombres, viejo, ajado, malhumorado, les tiró el táper, que estalló, contra los pies de las señoras.

Ellas se miraron sin rechistar y, glups, me miraron a mí.

Yo pasaba por ahí, como invitado de piedra, sin derecho a opinar, infiltrado, sintiéndome muy pequeñito al lado de esos inmensos petos azules.

domingo, julio 16, 2017

Café

Los estudios científicos demuestran, con buenos argumentos, una cosa y la contraria respecto a nuestros hábitos alimenticios. Hemos leído de las bondades de la cerveza, la leche o el pan tanto como de sus perjuicios. Hace unos días le tocó al café. Quien bebe 3 tazas al día vive un porcentaje significativamente mayor de vida que quien no lo hace. Eso sí, no hay que tomarlo muy caliente, porque no hace mucho otras investigaciones demostraban que esto causaba graves enfermedades.

Daban la noticia en el telediario y entrevistaban a una chica por la calle.

'Beber café me lleva a un sitio que me gusta', respondía.

Podía haber contestado no tomo café o sí lo hago, me gusta más o menos, me activa, me acelera, no me viene bien o lo disfruto con amigos... Pero dijo lo que dijo, y lo anoté.

Soy un convencido de que el uso creativo del lenguaje es una fuente de felicidad, al menos de mayor aprovechamiento de las experiencias humanas. Cuando alguien sabe convertir una sensación en una frase elaborada contribuye a hacer más rica esa percepción vivida. Una persona que mima el lenguaje, que lo exprime y saca de él toda su gama de colores está dando rienda suelta a emociones mucho más sutiles con las que disfrutar de las pequeñas cosas. No sólo eso, hace más feliz al que lo escucha y le enseña a pensar.

Beber café me lleva a un sitio que me gusta... ¡Bravo por ella!

martes, julio 11, 2017

Blanco

Hubo un día en que los españoles nos unimos por algo que no sucedía en un estadio de fútbol, en que la indignación recorrió nuestros espinazos, conectados como sólo uno; hubo un ataque a un hombre joven, venido de gente alienada y malvada, que supuso una agresión salvaje a todo un pueblo, harto de barrabasadas y chuleos, de tiros en la nuca y secuestros inmisericordes.

Poco importaba qué carnet tuviera.

Todos desfilamos con las manos en alto suplicando un acto de humanidad que no vino. A Miguel Ángel Blanco lo remataron con dos tiros en su cabeza, desde atrás y con las manos atadas con cables, tirándolo moribundo entre matorrales.

Hoy, veinte años después, hay quien se permite decir que no es conveniente escribir en una pancarta en la capital de España que nos acordamos de él, de su dolor, que es el de todos los que sufrieron la afrenta del terrorismo atroz de ETA. Que no conviene porque sería despreciar a los otros...

Apuntaremos que no podremos homenajear a García Lorca, porque seremos injustos con Miguel Hernández. Que no será posible conmemorar la masacre de Srebrenica, porque estaremos olvidando a los judíos gaseados en Auswitch.

Sé que nunca votaré al partido de Miguel Ángel Blanco, pero que no habrá ocasión en que suene su nombre y no se me conmueva todo por dentro al recordar la puerta a la esperanza que un día él nos abrió sin pretenderlo.

domingo, julio 02, 2017

Araceli

La otra noche me desperté sobresaltado. Soñaba que dormía, solo, en casa de mis padres. Me levanté a beber agua y oí un ruido de cerradura. Descalzo, en silencio, me acerqué a la entrada. La puerta se abrió y apareció Araceli. No olvido su mirada al ser descubierta por mí. Me desperté de un grito.

La habitación aún estaba a oscuras. Acelerado por la visión, traté de conciliar el sueño, con la imagen clavada de Araceli siendo descubierta al entrar de madrugada en una casa que pensaría vacía.

Buceé por los años de juventud y di con el intenso viaje que hicimos con mi Clío por toda Europa. Rafa, ella y yo. Cómo tuvimos que refugiarnos en el camping de La Molina el mismo día en que una avalancha causaba una catástrofe en el de Biescas; la discusión con un policía en las calles de París por un semáforo que yo no reconocía haberme saltado; los planos del viaje volando por los aires camino de Bruselas; su petición comedida de que no dejara el volante, 'me da miedo cómo conduce Rafa'; las tardes largas paseándonos los fríos parques de Copenhague; el sol fuerte por las calles de Berlín y los huevos fritos que nos preparaba una 'froilán' anciana en un bucólico camping a las afueras de Zurich.

Se me venía su risa contagiosa mientras trataba de volver a dormir. Inseparable de mis hermanas, leal y tranquila. Dulce. Tal vez entraba en casa de mi padre a buscarlas y se dio de bruces conmigo.

No olvido la llamada de Raquel a mi despacho de París. 'A Araceli le han detectado un cáncer'. Desde 2000 kilómetros de distancia le envié un ramo de rosas. Las más rojas. No tardó en responderme.

Estaba guapa con su pañuelo en su cabeza, dando tumbos entre la esperanza y el horror. Al final no pudo. No sé hace cuántos años ya... Pero esa noche me la encontré. Sonó la cerradura y la descubrí. Maldigo haberme despertado, no haberle podido ofrecer un abrazo, aunque fuera sólo un abrazo de sueños inventados, aunque lo que me contase fuese lo que yo quisiera oír. Que todo iba bien. 

jueves, junio 29, 2017

Tablet

He sucumbido en mi lucha por que en determinadas reuniones de trabajo mis compañeros tengan apagado el ordenador. Tras tener convencido al personal de la importancia de proyectar toda la atención sobre aquél que tiene la palabra, comenzaron los primeros elementos subversivos a utilizar argumentos potentes.

-Salva, estoy anotando lo que se dice para archivarlo.

Poco importaba que yo supiera que, mientras alguien exponía un tema, el elemento subversivo usara su ordenador para chatear con otros colegas o responder emails que nada tenían que ver con nuestros encuentros de trabajo.

La subversión fue tomando forma.

-Desde mi tablet voy enviando consignas en directo a mis equipos, Salva.

Yo transigía sin convencimiento. Cada vez eran más los que se sentaban alrededor de la gran mesa con la mirada perdida en sus pantallas luminosas. Cada vez más solitario el ponente delante de grupos ajenos a sus explicaciones.

La subversión llegaba a lo bilateral. Ya mi jefe tomaba su tablet para anotar mis preocupaciones. Al principio me quejaba, pero luego asumí que las conversaciones se iban haciendo a distancia a pesar de estar a un metro.

Todo el mundo almacenaba peticiones y quejas en dinámico, tanto que llegabas a tu sitio y ya tenías el resumen de lo hablado al otro lado de la puerta.

Ahora soy yo quien recibo a los míos en mi despacho y dejo la libreta a un lado. Les miro a la cara, les sonrío y me disculpo:

-Aunque me veas tecleando en el ordenador, no hago sino resumir aquello que me estás diciendo.

Ellos me creen, pero las lucecillas del otro lado de la pantalla me dicen que les traiciono.

martes, junio 27, 2017

Estadio

Tomábamos una cerveza una tarde cercana de primavera, casi al anochecer, en las mesas altas de la acera del Eslava. Nos encanta el salmorejo de ese bar y el ambiente habitualmente optimista de su clientela. Lo da la simpatía del personal, la vista de la hermosa plaza de San Lorenzo, el disfrute de un local concebido para mucho más que alimentarse y beber.

Entonces apareció un conocido, de ésos con los que lo único que comparto es el interés mutuo en no vernos por la calle; nos saludamos todo lo hipócritamente que la educación impone y escuchamos su aseveración paleolítica:

-Otra vez colapsado por los turistas -se refería al Eslava-. Yo los metía a todos en un autobús y los encerraba en el estadio olímpico.

Yo lo encerraba a él. Primero, para evitar cruzármelo en el futuro; segundo, por mentecato.

Una ciudad como Sevilla, en la que un porcentaje enorme de la población vive de los servicios, especialmente bien tratados por unos turistas que llegan con ansias de disfrutar de la belleza y el saber vivir de esta urbe necesitada de riqueza para mantener el limitado bienestar económico del que disfrutamos, una ciudad como la nuestra debe batirse el cobre por mimar a aquéllos que tienen la gentileza de venir a vernos.

Al del estadio, que trabaja como funcionario nombrado a dedo, le regalaría una aplicación de móvil pensada especialmente para él, con botones que habiliten envíos rápidos de comida del Eslava a casa. No se le ocurra salir.

sábado, junio 24, 2017

Presente

Hay quien dice que no se puede vivir de los recuerdos, son muchos los que opinan que no hay vida estimulante sin proyectos. Pasado y futuro como condicionantes de nuestro presente. Los errores que cometimos para evitar aquéllos por cometer, las carcajadas de entonces para saber elegir con qué personas desearemos encontrar la risa.

Pero ocurre que todo es ficción, salvo el presente. Que nada de lo que existió o lo que existirá es real, salvo como puro artificio que nos libera pretendidamente de lo único cierto, el ahora de mí escribiendo en una mañana luminosa de sábado frente al Mediterráneo; el ahora tuyo leyendo estas ingenuas reflexiones acerca de lo que somos.

Las certidumbres del pasado frente a los dilemas del futuro se cruzan en un instante preciso en el que evaluamos nuestro presente, como elixires preciosos que nos permiten soñar con aquél que fuimos y sonreír con la persona que querremos ser.

La grandeza del ser humano es ésa, ser capaces de meterle a nuestra realidad unívoca, tan previsible a veces, la magia de la ficción de lo que no existe: aquello que fuimos y seremos.


Nadie nos puede quitar el disfrute de rebobinar los mejores recuerdos las veces que queramos, con los aderezos que los años o nuestros deseos vayan superponiendo, ni de construir, con la libertad que da el deseo, vidas futuras imposibles de edificar con los ladrillos del presente.

domingo, junio 18, 2017

Abadía

Volando de vuelta a casa tras unos maravillosos días en Londres, traigo un regalo especialmente valioso en la maleta, intangible como todo buen tesoro, y no es otro que las horas pasadas en la Abadía de Westminster.
Soy de los de regurgitar recuerdos en mis sueños para aderezarlos con especias de irrealidad que los aderecen hasta llevarlos a la combinación perfecta con la que disfrutar de ellos en el futuro.
Aún frescas, y vírgenes, mis imágenes de ese templo habitado por reyes muertos, inquilinos de tumbas de madera reblandecida, no son sino un fogonazo de la grandeza del pueblo británico por retener a sus héroes adormecidos en el susurro de la eternidad, con piedras que se acumulan con formas humanas retando a la certidumbre de la muerte.
Dickens, Haendel, Newton, Lord Byron... dormidos para la posteridad entre escudos de armas, codeándose con los que no tuvieron más mérito que nacer reyes, humanos con el poder de crear un recinto mágico de piedra y cristal en la que derretir su carne como la madera para que ciudadanos de un tiempo futuro pudiéramos incluir en nuestros sueños las batallas cruentas entre la fama del hombre audaz y el designio feroz de un porvenir maldito.

miércoles, junio 14, 2017

Riñones

Francófilo como soy, llegué muy tarde por vez primera a Londres. Tenía 30 años, vivía una relación sentimental desastrosa y acepté una invitación de mi prima Bele para pasar unos largos días allí. Todo Londres me gustó, lo viví con la ilusión de un adolescente y me integré sin las angustias del turista que quiere visitar cada rincón. Hay una escena recurrente en mi cabeza de esos días, subido al tejado de la casa de mi prima, al anochecer, con mucho alcohol, en el clásico suburbio británico donde vivían, observando a la gente pasar. Chispazos de felicidad.

He vuelto varias veces, siempre entregado. Tengo con la ciudad el romance propio de quien la ha conocido sin las tonterías propias de la seducción forzada por la ingenuidad. La paseo siempre sin rumbo, como se hace con las ciudades que sientes propias.

Ahora aterrizo aquí, en una ciudad convulsionada por el terror y expulsada a su pesar de Europa, con ganas de integrar de una vez el mapa visual de su estructura en mi cabeza. Hacerme con las distancias y los barrios como en mi amado París. Tengo tiempo y ninguna prisa.

En una de mis últimas visitas, deliciosa, con Mariángeles y mis hermanas, de pintas de cerveza y museos a toda prisa, hubo una noche en que, de vuelta al hotel, mi amiga se asustó al ver que nuestro taxi, de conductor paquistaní, cruzaba el Támesis. '¡Pero si Gloucester Road está al otro lado del río!'. Mis hermanas se morían de risa con sus gritos de mujer 'sabelotodo' y yo me planteaba que no conocía los parámetros de la ciudad. '¡Reíd, reíd!', nos decía, incluso al taxista del turbante, que también reía sin saber de qué, 'que este hombre nos está llevando a cualquier sitio para sacarnos los riñones'.

Ése podría ser mi máximo objetivo de estos días, un viaje romántico al Londres más cosmopolita para aprender a cuidar de mis riñones.

lunes, junio 12, 2017

Sol

En los duros días de invierno uno relaciona la felicidad con una jornada al sol, pero esas mañanas llegan y me percato de lo incómodo que me resulta tirarme sobre una toalla a dejar pasar las horas como una sardina.

Así estaba el sábado cuando decidí que, para no aguarle la fiesta a Fran, aprovecharía ese rato de exposición solar para hacer algo de deporte. No hay nada como la gimnasia pasiva. Así que me concentré en hacer estiramientos de lumbares de 30 segundos. Levantar lentamente la columna, desde el coxis hasta el cuello y permanecer con todo el cuerpo levantado, en forma de pirámide, para reforzar los lumbares. El silencio de esa zona de la playa acompañaba. Cada vez complicaba más el ejercicio, levantando una pierna, cruzándola, luego la otra...

Me giré boca abajo para continuar con los ejercicios. Decidí hacer una plancha. Colocar los codos sobre la toalla y subir todo el cuerpo manteniendo bien firme los abdominales. El sol pegaba de plano.

Entonces me acordé de que estaba a punto de terminar la deliciosa novela 'Un cuento dulce', premio Goncourt del 2016. La abrí por la hoja pellizcada por la que la dejé la noche anterior. Decidí que aguantaría en la posición de plancha el tiempo de leer las páginas pares. Las impares para descansar.

De pronto vi a Fran mirarme tomando el sol, haciendo abdominales, sumergido en una novela francesa.

domingo, mayo 28, 2017

Encierro

Firmaba la conformidad a la auditoría que AENOR había realizado a mi fábrica, con sobresaliente como siempre, cuando tenía que tirar en coche para casa, tomar acelerado un salmorejo e ir con la moto para Nervión. Era el encuentro definitivo con el director de la editorial. Me invitó a un café.

Despojado de todo lenguaje industrial, entramos de lleno en la novela. El enorme despacho luminoso atiborrado de libros me recibía con el manuscrito repleto de anotaciones en colores fluorescentes.

-¿Tú has conocido a mujeres que les hagan fotos a las VISAS de sus amantes?

Le aclaré que no. Me interrogó acerca de las prácticas sexuales de mis protagonistas, de las menciones a Saramago, de mi uso de la perífrasis, de la potencia de los diálogos.

Tomé nota de los consejos, aclaré sus dudas. Nos hemos dado unos días para el repaso final. Este miércoles entrego la versión definitiva. Sigo llorando en el capítulo 72 cuando me releo. Ando estos días encerrado como un ermitaño, en mi santuario de Marbella, dando forma a la versión definitiva de la novela.

-¿Qué te parece si consultamos por las redes sociales cuál de los dos títulos es más potente?

Al editor le pareció buena idea.

-¿Y hacer un concurso fotográfico para la portada?

'Genial'

Llevo el 47% de la novela revisada. Mis personajes se despiden de mí, mientras yo les pongo las últimas sonrisas.

Publicamos en otoño.