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domingo, octubre 25, 2015

Smartphone

Este mediodía de nubosidad variable hemos compartido en familia unas cervezas disfrutando de la gran terraza del Parador de Carmona que te ofrece, desde una altura considerable, una panorámica amplísima de enormes kilómetros de vega fértil.

Ante la insistencia de uso del móvil para hacernos fotos y consultar datos del sitio, y ante la posibilidad de que le regalásemos un smartphone, mi padre, lejos de ser un carca, reivindicó las enciclopedias como base de la información y criticó la tecnología de datos como enemiga del esfuerzo y la memoria.

-A mi edad ya no tengo tiempo de aprender estas cosas.

Entonces quiso derivar hacia un panegírico estadístico que sustentase su teoría de lo poco que le queda por vivir, que rebatimos sus hijos con el placer que supone aprender sin necesidad de resultados e ironizamos sobre nuestra lucha lejana por meterle en el mundo de la tecnología.

-El día que te regalemos el smartphone, te mueres -ironicé yo.

Entiendo ese conflicto interior de las personas de su edad que se quedan con el pie cambiado al ver todo un autobús lleno de gente joven mirando una pantalla de móvil, o ante aplicaciones que envían fotos en directo desde cualquier lugar del mundo, sin olvidarnos de los emails que sustituyen a las cartas, los mapas dinámicos que dirigen tu coche sin memorizar 'por dónde íbamos a esa playa cuando erais pequeños'.

Él asume determinadas ventajas de lo moderno refunfuñando, pero lo hace alertándonos de lo que nos dejamos por el camino, mientras nos explica que las réplicas de las espadas toledanas del parador no tienen que ser muy distantes del 1.300.

Hace diez años, casi a escondidas, hizo un intento en El Corte Inglés. Se acercó a una dependienta de la sección de Informática y le preguntó qué libro podría comprarse para entender un ordenador 'desde que le das al botón de encendido'. Entonces la chica, para situarse, le preguntó si el sistema operativo del ordenador de su hijo era Windows o Macintosh. A lo que mi padre le contestó:

-Señorita, si usted sigue hablándome así, me voy.

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