Me senté en el mármol blanco de la encimera de la cocina, mientras veía a toda mi familia ir de un lado para otro abriendo ventanas y encendiendo luces. Era una Semana Santa fría y quizás una de las últimas ocasiones en que estuvo la familia al completo de viaje.
Imaginaba los días por delante y sentí la fuerza de la felicidad absoluta.
Mi madre organizando todo en esa cocina cuadrada de nuestra casa de entonces, en La Antilla, y yo encima del mármol frío.
El tiempo deja todo atrás, sí; todo menos la memoria.
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