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lunes, noviembre 17, 2014

Trinchera

Son muchas las veces en que uno da por sentado el sentido común en los demás; y son numerosas las ocasiones en que acabas aceptando que no todo el mundo tiene la capacidad de entender las relaciones humanas con las cuatro reglas básicas que ese sentido común presupone en toda persona con cierta vidilla.

Uno, que cree que su forma de comportarse en sociedad es la más adecuada, porque si no practicaría otra, empieza a buscar estratagemas para repeler ciertos comportamientos de gente cercana que carece de un mínimo de vista, u olfato, para hacer sentir a los demás en armonía.

Una cena, varios amigos, una mesa, ganas de charlar, tiempo sin verse. El cóctel de partida es envidiable. Pues bien, hay que llegar pronto. Los primeros, a ser posible. Se deben buscar los rincones con salida fácil y varios puntos de comunicación. Dos sillas a cada lado y una enfrente.

Cuando uno llega a una determinada edad no hay relajaciones que valgan, porque uno conoce a Pepito o Menganita, a los que quiere mucho y cuya vida personal te interesa de corazón, que te cogen por banda en esa cena esperada de tiempo sin verse y te dan la del tigre, se parapetan en en su trinchera, te agarran por el cogote y te introducen en ella sin preguntarte ni dejarte el mínimo respiro para coger el pan del otro lado de la mesa y pedir socorro con una mirada.

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