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miércoles, octubre 22, 2014

Toro

No sé qué fascinación nos produce a los humanos la visión del peligro. A mí, al menos, me resulta hipnotizador, tal vez morboso, el sentarme delante de una pantalla a ver imágenes de situaciones comprometidas, desde un tsunami, a un vuelo sin motor o un encierro de los sanfermines. La explicación, en mi caso, puede que esté en mi espíritu tan poco aventurero. Soy cagueta por naturaleza, o quizás más bien por puro raciocinio. Me gusta tanto vivir que no quiero jugármela. No quiero romperme una rodilla haciendo esquí ni la crisma escalando una montaña.

Hay, en cierta forma, un sentimiento de admiración hacia el que disfruta la vida con ese empuje liberado de precauciones.

Estos meses un familiar mío se debate en una peculiar lucha por vivir. Ya de muy joven la vida le dio una buena cornada. Cuando las preocupaciones de los demás chavales de su edad era estudiar, echarse novia y salir de marcha, él ya sabía lo que eran las operaciones a vida o muerte y los diagnósticos tremebundos.

Ha tirado para adelante a pesar de todo, ha formado su familia y se ha rodeado de una esfera de cariño de aquéllos que ven en él lo que pudo ser de su propia vida de haber sido trincado por el toro.

Hoy vuelve a verle, tan joven, las orejas al lobo y los que están cerca no pueden sino rodearlo de afecto.

Recuerdo los sanfermines de este año. Un toro resbaló en la famosa curva de la calle Estafeta. Cuando se incorporó le echó el ojo a un joven gordete y se fue a por él. Lo reventó a cornazos, lo estampó contra la barrera y lo revoleó a diestro y siniestro. Cuando por fin lo soltó, el chaval corrió como pudo buscando cómo salir. Pero no le dio tiempo. El toro, en medio de la muchedumbre, lo volvió a localizar y se fue de nuevo hacia él para darle otra paliza. No sé qué será de la vida de ese hombre, pero el susto ya lo tiene de por vida.

Hay gente a la que le toca que le mire el toro, mientras el resto observamos desde la barrera animando al atropellado para que se recomponga y huya del peligro, mirando en ese espejo de la fatalidad en el otro la naturaleza cruel de la vida que, una vez más, pasó por nuestro lado.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola Salva, me encanta como narras las pequeñas historias de la vida. Además de escribir bien, tienes el sentido común para no jugártela en determinadas aventuras de riesgo físico. Deja determinada valentía para otros más osados.

Deseo y espero que tu familiar salga de nuevo vencedor en esta batalla.

Un abrazo

Pepe

Anónimo dijo...

http://www.levante-emv.com/sociedad/2014/07/16/australiano-corneado-san-fermin-narra/1138587.html