Discutible o no en sus argumentarios, parecía mantener una línea sólida de pensamiento y reivindicaciones.
Hasta que llegó el soberanismo, momento en el que se envolvió en la bandera para abandonar a su suerte a los oprimidos del estado opresor, por los que se supone que luchó con convicción, y se plegó a una causa patriótica de difícil defensa para alguien que se proclame deudor de los valores de la izquierda y la solidaridad entre iguales. ¿Puede alguien con esas convicciones poner en cuestión la redistribución de la renta que supone que la población de las regiones más prósperas contribuyan en mayor proporción a la caja común? ¿Que todos paguemos según nuestros ingresos independientemente del lugar en el que vivamos?
Oriol Junqueras es honesto. Él defiende, sin retorcer ninguna de sus convicciones, el derecho a la independencia de su pueblo; y con ese mensaje lo votan sus seguidores. No hay trampa.
Fue todo un despropósito el discurso de Herrera en el Parlamento español defendiendo el 'derecho a decidir', eufemismo de la defensa de un referéndum por la independencia; bombardeando desde la tribuna, en su base, los cimientos de nuestra convivencia en común, olvidando en su discurso la juventud democrática de una España que no se merece tales disparates por muy mala situación que esté pasando y muchos chorizos que estén entrando en prisión. Cuanto más hay que arrimar el hombro más traidor. La crisis como excusa para dar un corte de manga al pueblo.
Él interpreta que los votantes del cinturón de Barcelona buscaron en él a otro más que enarbolase las pancartas de la insolidaridad con el resto de los pueblos de España, sin darse cuenta que para eso los independentistas ya tenían a Junqueras o a la CUP.
Cada entrevista que he leído de él en los últimos años es un testimonio inmejorable más de cómo no decir nada con cara de cabreo. Cara de cabreo como pose.
Que la principal obsesión de este dirigente sea ejercer el derecho de autodeterminación es buena prueba más de la sinrazón que invade a los políticos de nuestro país. O del suyo.