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miércoles, mayo 21, 2014

Ébola

Hacía tanto tiempo que no me preparaba una de sus famosas ensaladas de endivias con nueces que los últimos minutos de atasco en las afueras de París antes de llegar a casa de Brigitte me resultaron eternos esta mañana.

No esperaba, sin embargo, que estuviera allí su hijo ni sus nietos, tan grandes como no podía imaginar.

El encuentro, sin embargo, me llenó de melancolía. Su situación económica no es sencilla, la laboral tampoco y Cyril, su hijo, sigue sin encontrar trabajo.

Hubo un momento en que él, olvidando todo pudor, comenzó a hablar de su amargura, de los años que lleva en paro, de la nula entrada de ingresos, de sus años cotizando que no le sirven para nada… y todo desembocó en una crítica al sistema, y del sistema pasó a los árabes y los negros, y de su decepción con Hollande a justificaciones para explicar el auge del Frente Nacional, el mismo partido fascista de cuyo líder escuchaba minutos antes, en la radio y en pleno atasco, que la solución demográfica para África tenía el nombre de Monsieur Ébola.

Brigitte, conociéndome, bajaba la mirada; pero algo en mi interior me dijo que esa mujer socialista, culta y transgresora estaba cayendo en las redes del populismo xenófobo que corroe a mi querida Francia.

La comida, espléndida, se me fue atragantando a medida que Cyril escupía sus frustraciones proyectándolas de la manera más rastrera, culpando al que tiene un color diferente de sus propias miserias.

Ahora, en el aeropuerto, camino de vuelta, me planteo si hice bien callando mi profundo desencanto

1 comentario:

María dijo...

Yo creo que el tema de la inmigración es muy delicado y no se puede manipular la realidad aprovechando que la situación es dífícil para fomentar el racismo y la xenofobia , eso es reducir un asunto bastante complejo a una simpleza de razonamiento injusta y que es la que está calando entre la gente. Pienso que, a pesar de ello, la inmigración requiere una urgente regulación para evitar la tentación de excluir al extraño pensando que viene a apropiarse de unos derechos y prestaciones que nos hemos ganado nosotros. Esta situación está exigiendo un control más exhaustivo que permita un uso más racional de los recursos y eso significa no discriminar por razón de color, procedencia o religión pero sí establecer ciertos límites o condiciones para los que llegan de fuera. Pero todo esto le compete al Gobierno, el anterior lo hizo mal y este, en su línea, haciendo gala de su torpeza y aprovechando que el Pisuegra pasa por Valladolid para imponer su impronta provinciana y derechona. Lo cierto es que lo único que se está consiguiendo es que la población "nacional" parezca cada vez más mezquina e insolidaria con los de fuera.