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sábado, marzo 30, 2013

Pausa

Una de las mayores evoluciones con que me regala la madurez es la de activar una pausa finísima en las conversaciones con materia delicada cuando me toca el tiempo de intervenir.

He sido especialista en preguntar o afirmar sin tener en cuenta al interlocutor, las circunstancias, el pasado o la gente que nos acompañaba en ese instante, confundiendo pasión con inocencia, ímpetu con transparencia, privilegiando el lucimiento personal antes que el diálogo.

Hay gente madura de edad que demuestra un gran infantilismo cortando conversaciones para poner guindas a sus propios pasteles, cuando la verdadera sabiduría está en la contención, la escucha, el respeto.

Resulta especialmente difícil en comidas regadas con un buen vino, que suelen ser muy dadas a charlas acerca de lo divino y lo humano, a confesiones más o menos sorpresivas, a reflexiones en carne viva.

El alcohol tiende a soltarte la lengua, olvidar los detalles, hacerte más impulsivo y menos consecuente.

Es entonces cuando, en el momento de hablar de pasteles a un diabético, activas la pausa.

Es divertido jugar con esas milésimas de segundo. Ver la pausa y ejercerla. Se te queda buen cuerpo.

1 comentario:

Melvin dijo...

Y sobre todo qué sano es sentirse prescindible y alejado de esa terrorífica sensación de ser y sentirse "el ombligo del mundo" cuando no toca... Un silencio a tiempo es la mejor opción y además reconforta. Un besote.