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martes, abril 17, 2012

Los martes

Cuando vivía en Francia, iba de una fábrica a otra dependiendo del planning de trabajo. La mayoría estaban en los alrededores de París. En un momento dado, mi jefe me encargó ocuparme de llevar un determinado proyecto en una factoría que Renault tiene en Le Mans, a más de doscientos kilómetros de la capital.

En una de las ocasiones, él apareció a media jornada para ver el resultado de mi trabajo. Cuando acabamos, dirigiéndonos al parking, me dijo que me seguía hasta la salida de la ciudad camino de París. Yo le dije que aún no me iba, que me apetecía pasar lo que quedaba de tarde en la ciudad.

'Salvador, para hacer turismo se tienen los fines de semana'.

Y se quedó tan pancho.

Hace mucho tiempo, cuando apenas empezaba a trabajar en Sevilla, un martes bien entrada la noche me encontré con un compañero, y amigo con el tiempo, de la fábrica. A él se le cambió la cara al verme, como si le hubiera cogido a traición.

'¿Pero qué haces, Salva, un martes a estas horas en la calle?'

Me lo decía a mí, pero se lo estaba diciendo a él.

El ser humano tiende a establecerse reglas que le hacen aburrido. No hay mayor placer que no tener rutinas. Sin embargo, las personas que se consumen calentitas en su mundo-igual-de-todos-los-días te hacen ver que eso que haces no está bien. Los martes toca sopa por la noche y el sábado paseo por el centro de la ciudad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Una persona sin rutinas deja de ser predecible. A mucha gente no le gusta eso.

Salu3

Fernando

Melvin dijo...

Ayyy que poquito duraría yo en este mundo, atrapado entre inercias y convencionalismos. El instante y el placer deben ser nuestros motores, la necesidad es individual... Aunque se pueda compartir... Un abrazo nada monótono.