Hace un rato estuve conversando con un colega que está construyendo un blog en el que se limita a ir listando los progresos que van teniendo lugar en nuestra tierra, desde tabletas tipo Ipad cien por cien andaluzas al centro tecnológico de la piel de Ubrique, pasando por las confecciones del vestuario de Madonna o la exportación de productos de excelencia a países escandinavos.
Hace semanas se consiguió por segunda vez en el Virgen del Rocío salvar la vida a un niño a partir del nacimiento controlado de un bebé que podía salvar con su médula al que será para siempre un hermano agradecido.
Esta es una región que de continuo ha sido maltratada por insultos y desprecios de quienes ven en ella la excusa perfecta para escupir todas sus frustraciones, ridiculizando su saber vivir como holgazanería.
Siempre crítico con mi tierra, porque la quiero, soy uno de los más fervientes creyentes en su futuro, porque somos un pueblo con personalidad, con carácter. Nos reímos del mundo pero somos orgullosos, conocemos nuestras carencias y no miramos por encima del hombro a nadie. En Andalucía la familia es base de una sociedad no insolidaria como otras que se permiten mostrarse como ejemplo.
Podemos ser lo que queramos siempre que orientemos nuestro esfuerzo a la educación. Andalucía será una tierra de éxito porque somos dialogantes.
Territorio históricamente acostumbrado al paso de culturas de uno y otro signo, nuestra virtud es el mestizaje. Donde otros ven defectos nosotros poseemos la grandeza de no presumir de purezas de sangre. Aquí caben todos.
Está en nosotros, los andaluces, no dejarnos llevar por tipismos, folclorismos ni complejos. Está en nosotros pregonar a todos los que nos observan, con cariño, desprecio o indiferencia, que ésta es una región donde se producen avances, con una enorme población universitaria, con grandes centros tecnológicos, con una imponente industria aeronáutica, números uno en excelencia turística, pioneros en energía solar.
Tierra con porcentaje altísimo de parados, sí. Con innumerables carencias educativas, también. Con una agricultura en parte subvencionada, lo aceptamos.
Ver nuestros terribles puntos negros no debe servir para martirizarnos, sino fortalecernos para comprender que sólo de nosotros depende el querernos, el hacernos respetar.
Un pueblo orgulloso, abierto al mundo, nunca soberbio ni engreído.
Hace semanas se consiguió por segunda vez en el Virgen del Rocío salvar la vida a un niño a partir del nacimiento controlado de un bebé que podía salvar con su médula al que será para siempre un hermano agradecido.
Esta es una región que de continuo ha sido maltratada por insultos y desprecios de quienes ven en ella la excusa perfecta para escupir todas sus frustraciones, ridiculizando su saber vivir como holgazanería.
Siempre crítico con mi tierra, porque la quiero, soy uno de los más fervientes creyentes en su futuro, porque somos un pueblo con personalidad, con carácter. Nos reímos del mundo pero somos orgullosos, conocemos nuestras carencias y no miramos por encima del hombro a nadie. En Andalucía la familia es base de una sociedad no insolidaria como otras que se permiten mostrarse como ejemplo.
Podemos ser lo que queramos siempre que orientemos nuestro esfuerzo a la educación. Andalucía será una tierra de éxito porque somos dialogantes.
Territorio históricamente acostumbrado al paso de culturas de uno y otro signo, nuestra virtud es el mestizaje. Donde otros ven defectos nosotros poseemos la grandeza de no presumir de purezas de sangre. Aquí caben todos.
Está en nosotros, los andaluces, no dejarnos llevar por tipismos, folclorismos ni complejos. Está en nosotros pregonar a todos los que nos observan, con cariño, desprecio o indiferencia, que ésta es una región donde se producen avances, con una enorme población universitaria, con grandes centros tecnológicos, con una imponente industria aeronáutica, números uno en excelencia turística, pioneros en energía solar.
Tierra con porcentaje altísimo de parados, sí. Con innumerables carencias educativas, también. Con una agricultura en parte subvencionada, lo aceptamos.
Ver nuestros terribles puntos negros no debe servir para martirizarnos, sino fortalecernos para comprender que sólo de nosotros depende el querernos, el hacernos respetar.
Un pueblo orgulloso, abierto al mundo, nunca soberbio ni engreído.