Mi admiración por Cataluña desde bien joven, cuando acudía a los campeonatos de España de remo en Bañolas, mi querencia por Barcelona, ciudad a la que tanto he viajado y con la que nunca dejo de sorprenderme, mis historias de amor por esas tierras o la literatura mamada de Carmen Laforet, Eduardo Mendoza o Juan Marsé me hacen estar siempre pendiente de lo que ocurre por allí, más aún en estos tiempos en que internet te permite pasearte por la prensa de medio mundo sin salir de tu ordenador.
De la misma forma que doy un repaso a las noticias en medios no afines a mi pensamiento como El Mundo o ABC, o que me informo de las noticias locales con el Diario de Sevilla o El Correo, o que pego un salto a lo que ocurre en Europa con Le Monde o The Guardian, siempre tengo un hueco para adentrarme en La Vanguardia o El Periódico, dos emblemas señeros del periodismo catalán.
Me sorprende, en ese recorrido habitual que realizo desde hace bastantes años, la falta de una postura crítica de estos dos periódicos con respecto a la cuestión catalana.
Es cierto que en los periódicos editados en Madrid hay un cierto tufillo centralista, centralizador o jacobino. Al menos en los que están más escorados a la derecha. Pero, en cambio, siempre ha habido editoriales durísimas con el gobierno español, con sus estrategias políticas, económicas o sociales, incluso con la propia sociedad española, a la que, un día sí y otro también, se le critica la falta de espíritu competitivo, formativo, emprendedor, de la misma forma que se informa y se realza lo mucho de bueno que tiene nuestro país.
En la prensa catalana, en cambio, no encuentro esa visión prismática de las cosas, como si la óptica estuviera siempre dominada por el ojo 'nacional-catalán'; con lo bien que viene ponerse también en la piel de los catalanes no nacionalistas, o en la del resto de los españoles, o tener una visión aséptica desde un helicóptero.
Me explico.
Es claro que el balance fiscal de Cataluña con respecto al resto del Estado es deficitario. ¡No puede ser de otro modo! Igual que es deficitario con Madrid, Aragón o Baleares, porque son comunidades más generadoras de riqueza, con una renta más alta. Jamás, sin embargo, he oído a esas comunidades que aportan más de la media quejarse por ello. Es un síntoma de orgullo.
Yo, por ejemplo, pago más impuestos que la media de los españoles porque tengo un salario por encima de la media. ¡Claro que mi balance fiscal es deficitario! Pero yo lo llevo, en mi interior, a gala.
Pues bien, esta prensa en ningún caso hace didáctica con este tipo de razonamientos que rozan lo evidente. Barcelona es mucho más rica que cualquier pequeño pueblo de la provincia de Lleida. ¿Deben establecerse pactos fiscales entre estos pueblos con la gran capital al salir esta última perjudicada en el reparto?
Por otro lado, el actual sistema financiero de Cataluña con respecto al resto del Estado está firmado por la Generalitat, así como por el resto de las comunidades autónomas. No hay ningún atropello desde el momento en que se está actuando bajo la más estricta legalidad.
¿Que no se convalidó un Estatut aprobado por la mayoría del parlamento catalán? Es cierto. Como también lo es que el sistema constitucional, amplísimamente aprobado por los catalanes, instaura que ese Estatut debe ser refrendado por el parlamento nacional, algo que no se consiguió con los argumentos traídos desde Barcelona.
Si la financiación se está volviendo injusta con el paso de los años, se deberá volver a negociar en base a datos coherentes y se tendrá que llegar a un nuevo acuerdo, sin amenazas ni ultimatums, porque los acuerdos son acercamientos de postura entre las partes, no imposiciones lanzadas desde púlpitos políticos.
Si desde la prensa catalana se insiste en que todo lo malo, todas las asfixias económicas y los recortes vienen desde Madrid, estaremos empujando al pueblo a odiar todo lo que tenga que ver con el resto del Estado. Y ese línea editorial no lleva más que al odio y al ansia de 'liberación'.
¿Por qué no se critica la gestión de la Generalitat?, ¿por qué no se explica que la situación financiera del gobierno catalán es producto de la mala gestión de los recursos que tiene establecidos por ley y firmados por consenso mutuo Estado-Generalitat?, ¿por qué tenemos que soportar el resto de los españoles la continua cantinela de que estamos robando al pueblo catalán?
¿Dónde está la autocrítica como gobierno, como estructura social?
Imagino que habrá hechos reales, constatables y factuales que demuestren que los gastos suntuosos de la Generalitat durante muchos años se han apoyado en una generación de deuda inasumible por generaciones venideras.
La crisis la padecemos todos los pueblos de España, no es una historia de malos y buenos.
Yo, con mi granito de arena, intento cada vez que puedo luchar por la convivencia entre quienes habitamos este viejo país. Y lo hago con armas efectivas, porque tengo amigos de los buenos en Donosti, en Barcelona, en Madrid, en Valencia.
Si se quiere la independencia, se debe dar la oportunidad para conseguirla. Es una opción tan válida y respetable como cualquier otra, pero que se diga alto y claro. El andar contaminando continuamente a base de agravios es la peor medicina para hacer avanzar en armonía a una sociedad que no se merece tanto envenenamiento.
Lo digo con todo mi afecto y consideración hacia la sociedad catalana.