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miércoles, diciembre 28, 2011

Ingenieros

Hay una pesadilla que se me repite, entre otras muchas y muy concretas, continuamente:

No he terminado mi carrera de Ingenieros.

Con todo lo que eso supone, en mis sueños, de frustración personal, de engaño hacia la sociedad, a veces pienso que tendría que hacer un análisis de sus causas.

¿Qué nos lleva a soñar determinadas situaciones?, ¿por qué tienden a repetirse?

Yo lo pasé mal al comenzar la carrera. Me matriculé la misma semana en que enterré a mi madre, con dieciocho años, y el chaval empollón e introvertido se hizo aún más introvertido pero comenzó a suspender, algo inaudito, una de cada dos asignaturas.

Entre mis recuerdos más sólidos de esos años de entrada en el mundo adulto, mi dificultad para encontrar sentido a levantarme cada día para ir a clase. Seis años de carrera por delante sin saber si llegaría a terminar, si esos estudios me gustaban, si no hacía todo por puro mercantilismo profesional, cuando a mí, pensaba, me hubiera gustado estudiar Filosofía o Historia.

Tal vez mis sueños sean rescoldos de esa época mal llevada.

La carrera de Ingenieros era dura, más para un joven que andaba al filo de la inestabilidad emocional.

Los exámenes se presentaban como obstáculos casi insalvables, en que te abrían las puertas a llevar cuantos apuntes quisieras, archivos completos, las calculadoras más sofisticadas.

Cuando, en Tercero, salí como aprobado en la lista de Mecánica de Fluidos, comprendí que no había marcha atrás.

Haber realizado esos estudios me ha llevado, creo, a ser una persona más fuerte, a no asustarme ante ningún reto, a ser resolutivo.

A día de hoy tendría dificultad en poner sobre el papel ningún teorema sobre Termodinámica o hacer cálculos para llegar al consumo de un simple generador eléctrico, pero me siento preparado para afrontar lo que me echen.

Sin embargo, en mis pesadillas, aún se me aparece ese chaval asustado que no veía forma de llegar al final, que no entendía qué hacía yo allí, que andaba disfrazado de otro que no era él.

domingo, diciembre 25, 2011

Ópera

Pocas cosas me hacen defender con más fuerza la espiritualidad del hombre que su capacidad para hacer música.

Es un don que poca gente atesora, pero casi nadie es insensible a ella.

Difícil encontrar un género que me desagrade, desde el pop al jazz pasando por la música electrónica, es sin duda -para mí- la ópera lo más grande. en cuanto combinación perfecta de todas las artes. La escenografía, la literatura, el teatro y, por encima de todo, la música.

De mis años en París me traje muchas cosas, pero dos fundamentales: el placer del vino y el amor a la ópera.

La primera vez fue una cómica, La Cenicienta de Rossini, en el templo de la música que es la ópera Garnier. Me dejé casi cien euros en poder sumergirme en ese ambiente mezcla de burguesía parisina y eclecticismo bohemio, contemplando los grandes frescos de Chagal o tomando la copa de champán en el entreacto.

Lo hice por experimentar, y aluciné.

Pero aún no había llegado Puccini y la ópera de la Bastilla, ni esa invitación que me hizo un amigo canario a acudir.

Quedé tan impactado que yo, de memoria fragilísima, aún recuerdo cada detalle, el escenario completo, la cena de después, mi interpretación de ese drama.

Sin embargo, por encima de todo lo accesorio estaba la música. La capacidad que alguien tuvo para enfrentarse a un papel y componer melodías que te emocionan, te elevan, llegan a tu última célula para removerla y hacerte sentir dichoso.

Son muchas las ocasiones en que llego a casa por la noche y me coloco delante del ordenador. Abro el youtube aún a sabiendas que no es el mejor método, y comienzo a buscar arias de distintas épocas: 'mon coeur s'ouvre à ta voix' en una interpretación difícilmente superable de Shirley Verret en el Covent Garden de Londres en 1975, o la 'Casta Diva' interpretada por Anna Netrebko en Baden-Baden, o 'La Mamma Morta' cantada por Tiziana Fabbricini en el Teatro de Novara...

La música te eterniza, te abstrae del hoy, te purifica, te hace mejor.

viernes, diciembre 23, 2011

Perverso

Perverso es el sistema que el hombre se ha dado para estructurar la sociedad occidental tal como la conocemos hoy en día.

Se dice que el sistema capitalista es el menos malo, y seguramente sea esto cierto, pero en estos tiempos negros que corren vemos que para algunos es menos malo que para otros.

El Banco Central Europeo, una institución pública que debe velar por los intereses de la sociedad, decide prestar una cantidad ingente de dinero -el equivalente, si no me equivoco, a la mitad del Producto Interior Bruto de España- a los bancos - entidades privadas que tienen como único objetivo sus balances económicos y sus accionistas-.

Esta acción del BCE se encuadra en un plan de acción de choque para que la banca no se asfixie y tenga liquidez para no caer.

Pero somos inocentes si pensamos que ese dinero va a ir a parar a las empresas y particulares que necesitan financiación. Muy lejos de todo ello, los bancos van a utilizar ese dinero baratísimo -1% en tres años, imposible de conseguir por el resto de los mortales- para invertir en activos financieros rentables que les hagan engordar sus cuentas.

Es decir, dinero público para empresas privadas cuyo único interés es el suyo, sus números y su mochila.

No entiendo de economía pero, ¿por qué no trasladar ese medio billón de euros a institutos oficiales -públicos- de crédito cuya única misión sea, esta vez sí, apoyar a proyectos innovadores, bien estructurados, sanos y en dificultad, a autónomos que atraviesan baches y no por ello quieren abandonar?, ¿cuántas empresas más tienen que caer por no poder financiar sus inversiones o pagar los salarios por falta de liquidez?

Los gobiernos europeos están cada vez más a la derecha, cada vez más cercanos a la gran banca, cada vez más temerosos de imponer tasas a las transacciones financieras especulativas.

Éste es nuestro sistema, el menos malo, ¿el más humanitario?

miércoles, diciembre 21, 2011

Sonrisitas

Hay gente a la que le gusta escucharse.

A la gente que le gusta escucharse no le gusta escuchar.

La secuencia se desarrolla como sigue: Se está en una conversación animada, de un mínimo de tres personas, de una media de seis. Se está en un ambiente distendido, aunque puede ser una reunión de trabajo.

Alguien, el 'sonrisitas', suelta una frase, a su juicio ocurrente. Una vez dicha, se ríe de su propia locuacidad y comienza a mirar a todo el mundo comprobando la aprobación genérica de su desparpajo y simpatía, así como la confirmación social de su brillantez de oratoria, no atendiendo al siguiente que le rebate o le apoya.

Pasa la mirada por el grupo importándole poco el resto de la conversación. El 'sonrisitas' ha dicho su gracia y se extasía embelesado en su propia genialidad.

Puede ser gente encantadora, pero es terriblemente egocéntrica. Ser egocéntrico y encantador es compatible, pero suene venir acompañado del calificativo de empalagoso.

Al 'sonrisitas' le encanta escucharse y, mientras el resto sigue la conversación a su pesar, él muchas veces se permite repetir, pisando los argumentos del otro, su última y genial frase.

Genial para él, claro.

El problema es que se me vienen varias caras conocidas, y queridas, a la cabeza.

domingo, diciembre 18, 2011

Luces encendidas

La gente mala piensa que los demás son de su misma condición. La gente hipócrita, también.

La situación laboral en España está en su peor momento desde hace decenios, por lo que el personal que tiene la fortuna de tener un trabajo bien hace en protegerlo. Se han reducido al mínimo las cifras de absentismo y la conflictividad laboral. En el caso del absentismo porque había mucho aprovechado que abusaba de unos derechos que no se nos pueden denegar a los trabajadores, en el caso de los conflictos como consecuencia lógica del miedo a perder el empleo en momentos en que el empresario tiene las de ganar.

Desde que comencé a trabajar, en los años noventa, hay algunas actitudes observadas entre compañeros que me producen especial irritación, y casi todas tienen que ver con los 'trepas'. Aquéllos que hacen la mitad de lo que les corresponde y dicen hacer el doble, los que dedican las horas de las máquinas de café a torpedear la reputación y el esfuerzo de otros en beneficio propio, los que se saltan toda jerarquía para establecer enlaces interesados que le eviten años de esfuerzo con el objetivo único de ser más, ganar más y más rápido, sin importar que esto sea justo o no.

Hay una actitud, excesivamente extendida, que especialmente me pone nervioso. La actitud de los 'luces encendidas'.

Como animal que deja su orina en el pie de los árboles para marcar territorio, son habituales aquéllos que mantienen las luces encendidas de su despacho para mostrar 'al mundo' que ellos son los últimos en irse, aunque esto sea justo un minuto después de irse el jefe, aunque lo hagan a base de rellenar solitarios o de hablar por teléfono con los amigos.

Son los que acumulan los emails para enviarlos a última hora, los que recuerdan a cada momento las horas que echan en el trabajo, los que dicen anteponer la empresa por encima de cualquier cosa, los que critican tus hobbies y vida social, los que envenenan la sangre al personal en la máquina del café.

La clave es el boicot a esas actitudes. No valorar las horas trabajadas sino el resultado de tus esfuerzos.

Las empresas deben tender cada vez con más ahínco, y a pesar de la crisis, a fomentar el trabajo bien hecho en calidad.

Tenemos que construir una sociedad sana en la que sepamos sacar el máximo de nosotros en el tiempo que dedicamos a crear riqueza para poder disfrutarla y no olvidar que el trabajo se 'inventó' para dignificarnos y hacernos vivir como personas capaces de tener los recursos necesarios para disfrutar de esta vida.

martes, diciembre 13, 2011

Repartidor

Es uno de mis extraños sueños: la invención del 'repartidor'.

Estoy seguro que con la tecnología actual se podría construir, aunque la aparente falta de utilidad haría que ninguna empresa o investigador apostara por él.

Se trataría de un aparato sencillo, que imagino como un pequeño iphone, con un cable terminado en una clavija que pudiera conectarse de alguna forma, hay que inventarlo, a la columna vertebral del 'emisor', o a su cerebro, mediante una pequeña incisión.

De dicho dispositivo saldría otro cable similar con una clavija que se conectaría en la médula o cerebro del 'receptor'.

Una vez conectados ambos, sólo quedaría pulsar al encendido y dejarlo actuar.

Desde ese momento, el 'receptor' comenzaría a sentir, sin filtros, el cuerpo del 'emisor'.

No hay cosa más difícil que compartir que el dolor físico. Tener al lado a alguien querido con un sufrimiento agudo por una enfermedad grave, crónica o un accidente y no poder ponerse en su piel.

El repartidor serviría para compartir el dolor del otro.

¿Cuál sería su utilidad?

La más simple: empatizar con el enfermo. Tener la capacidad de, en ratos pasajeros, poder colocarte en su lugar y saber cuál es el tránsito del sufrir, vislumbrar el miedo de quien no está capacitado para disfrutar la vida en plenitud.

Ahondar en nosotros mismos y poner a prueba nuestra sensibilidad como humanos para empatizar con quien sufre y agradecer estar bien con nuestro cuerpo, calibrar en su justa medida lo importante y confirmar, con alegría, que en este jodido mundo podemos tener la generosidad de no abandonar a su suerte a quien no tiene la suerte que tienes tú.

domingo, diciembre 11, 2011

Lo pequeño

Una de las claves de la felicidad es encontrar rendijas para vislumbrarla, y éstas no siempre tienen que aparecer a través de grandes amores o emociones inenarrables.

Mi padre, por ejemplo, es la persona más feliz del mundo trabajando sobre el árbol genealógico de los reyes de España desde Don Pelayo. Se le pasan las horas con las enciclopedias y libros de historia añadiendo detalles de cada uno de los hijos que los monarcas tuvieron, colocando en líneas paralelas a las fechas de nacimiento de éstos los grandes acontecimientos de la historia, enlazándolos con las otras monarquías europeas. Todo en una serie de cuadernos de anillas con papel cuadriculado, allí donde mi padre se sumerge sin pretensión de publicar nada, ni con un objetivo concreto, simplemente el placer de disfrutarlo.

Tengo una amiga que colecciona todo tipo de música y se le pasan las horas sumergida en un entramado de ficheros de audio en el que va colocando todo tipo de referencias, fechas, composiciones de forma que pueda encontrar con facilidad cada uno de los temas que se le vengan a la mente. No lo hace más que por el disfrute que le supone pasar tardes así.

Recetas de cocina, seguimiento de deportistas, mapamundis donde colocar las fotos de cada ciudad visitada, archivos con tarjetas de cada novela leída en que aparece la crítica personal de éstas, recortes de periódicos con noticias políticas o culturales, álbumes de fotos comentadas... El placer de lo pequeño, de lo propio, de lo que cada cual entiende como enriquecedor.

Es hermoso encontrar esos espacios en construcción, personales e íntimos, en que nos encontramos a nosotros mismos, nos sentimos en armonía con nuestra mente y pasamos horas de disfrute propio que cada uno entiende mejor que nadie.

viernes, diciembre 09, 2011

Paradojas

Conduciendo el otro día cerca del Aljarafe sevillano, a pocos kilómetros de cruzar el Guadiamar, me llegó por la radio la impactante noticia de que el Tribunal Supremo, ¡por cuestión de formas!, falla en contra de la Junta de Andalucía y a favor de Boliden, la empresa sueca causante del mayor desastre ecológico conocido en decenios en nuestra región, tras la reclamación de la primera para que le sean pagados los gastos ocasionados por ese derrumbe de la balsa hipercontaminante de Aznalcóllar.

No sólo eso, sino que las costas del proceso judicial también recaen en la Junta.

Yo, que no estoy ducho en Derecho, me planteo ante este tipo de paradojas irritantes por qué tiene tan poca mano izquierda la Justicia. Si se ha visto un defecto de forma, de competencias o de cualquier asomo de trámite burocrático mal gestionado, se debe informar al departamento, consejería o institución concernido, pero no podemos permitir, una vez más, que se rían de los andaluces.

Una multinacional sueca se viene al sur, compra unos terrenos mineros para gestionarlos. Construye una balsa para hectómetros de residuos muy contaminantes que se demuestra que no pasaba los mínimos parámetros de seguridad. Se rompe la balsa. Boliden deja la mina a su suerte, no se implica en la limpieza del desastre ocasionado y se larga con las manos sucias a otra región del mundo donde su política de 'no escrúpulos' pueda seguir rentándole dinero.

¿Imaginamos la historia al revés?

Un grupo minero español se implanta cerca de Goteborg o Estocolmo, y causa una tragedia ecológica irreparable.

¿El Tribunal Supremo de Justicia sueco habría permitido que ese grupo se fuera de rositas sin pagar los cien millones de euros que hubiese costado hacer frente a sus responsabilidades?

A veces uno se plantea si nuestra Justicia es equitativa o si los corsés que ella misma se establece la hacen no sólo corta de cintura, sino cegata.

martes, diciembre 06, 2011

Veneno

Recuerdo que mi primer gran jefe en el trabajo me llevó un día a su despacho:

-Salva, tengo informes de ti y creo que te llevas demasiado bien con tus 'subordinados'.

Ante mi asombro, siguió con su discurso:

-No eres consciente de que así no pueden funcionar las cosas. Y si te traigo a mi despacho es para meterte veneno en el cuerpo.

De eso hace más de quince años, y parece que hubiesen pasado generaciones enteras entre esa situación y la actual.

Afortunadamente, pertenezco a una empresa en la que cada vez se profundiza más en el respeto al asalariado y en que determinados comportamientos no son admisibles vengan de la jerarquía que vengan.

Sé, con certeza, que no en todos sitios es así. He vivido experiencias muy cercanas en las que el 'chuleo' era moneda común entre los empresarios y, he de decir también, algunas de esas empresas se han hundido como azucarillos en cuanto llegó la crisis.

Me asusta este período de incertidumbre que vivimos porque se pueden venir abajo muchas conquistas laborales, no sólo en salarios y calendarios, sino en temas tan poco 'medibles' como son las relaciones entre líneas jerárquicas que tanto trabajo ha llevado ir corrigiendo, matizando, humanizando.

Cuando a uno le dicen que tiene un trato demasiado humano con su equipo de trabajo, el razonamiento a emplear es bastante claro, casi de perogrullo:

'Me llevo bien con mi equipo porque soy egoísta. Que ellos se sientan bien, valorados, que haya confianza y comunicación entre todos es la mejor forma de hacer productivo a un grupo de personas en busca de objetivos económicos para una empresa que, lo queramos o no, no deja de ser un ente abstracto'.

El veneno que me querían insuflar hace quince años no era más que veneno improductivo.

domingo, diciembre 04, 2011

Sweden

Sobrevolar Suecia a finales de noviembre es observar enormes espacios de tierra sin poblar con escasos signos de electricidad que evidencien actividad humana.

Adentrarse en el día a día de ese país es sano para un viajante latino que no está habituado a coordenadas geográficas en que la luz desaparece poco despúes de almorzar y el viento helado está presente casi siempre.

Allí nos decían que no hacía frío en esta época del año. ¡Glups!

Desde la habitación de mi hotel se veía una ciudad de caramelo, con personajes bien abrigados que la recorrían a paso tranquilo.

Para un sevillano salir a cenar por Estocolmo una noche entre semana es desconcertante, no porque no haya nadie en los restaurantes, sino porque no sabes cómo han llegado allí. No hay un alma en la calle, ni antes ni después. Tal vez para un soriano sea más entendible.

Al ser humano le une indudablemente la cultura, pero también el clima, las luces de invierno, los vientos, las humedades.

Me decía un compañero que había trabajado en el norte de Suecia que, por ley, a los trabajadores sus empresas están obligadas a darle los quince minutos de descanso a la hora exacta en que llegan los quince estrictos y únicos minutos de luz del pleno invierno.

Visitar Estocolmo es un placer cuando sabes que eres simple turista, pero no sé cuántos levantarían la mano si les dijesen que les ha tocado el premio de vivir allí.

¿Su economía robusta les proporciona calidad de vida?

Sí, sin duda. Es un país eficiente, modelo de gestión de los recursos humanos, educativos, científicos, culturales, empresariales. Modelo en su defensa de los derechos del hombre e implacable en sus acusaciones de las desigualdades. Es un país próspero, envidiable sin duda desde este país de cinco millones de parados en el que vivo.

Pero, ¿cómo valorar la calidad de vida a oscuras?

Tomando una bebida típica en el antro más de moda de Estocolmo, ¡tétrico!, un gordote jefe de seguridad de su empresa, borracho como una cuba, se me acercó para decirme que él nunca votaría a favor de la entrada de Suecia en el euro.

Tal vez si yo fuera sueco, tampoco. Prefiero pensar que no, pero el ser humano es así.

Vuelvo a Sevilla a las nueve de la noche y me voy con mi pareja y mis amigos a hablar de mis días suecos. Lo hago en la Alameda, en plena calle de mi ciudad llena como siempre de actividad.

¿Qué hay de mérito en nosotros o ellos para tener la vida que tenemos?, ¿cómo de protagonistas somos en nuestra manera de entender el mundo?

Mi amiga Carmen lo resume bien en una frase:

'Tengo un montón de películas por ver en mi casa, pero es que no llueve...'

jueves, diciembre 01, 2011

Hacia otro lado

Una de los mejores métodos para medir la madurez de una persona es comprobar su reacción ante el cruce repentino en una calle cualquiera con un conocido del pasado.

Para mí hay pocas sensaciones más desagradables que retirar la mirada hacia un espacio inexistente cuando aparece esa persona que, años atrás, fue algo importante para ti.

La cobardía de no levantar el rostro y sonreírle, aunque al otro lado no encuentres otra cosa que alguien también cobarde que se pierde en gestos artificiales por no sostener tu sonrisa, tus ojos mirando a través de él un pasado compartido.

Sí, es difícil afrontar sin previo aviso un retroceso a otras épocas; es tentador esconder tu cara de ahora, tu cuerpo de ahora en un renuncio de no querer aceptar que el tiempo pasa y los lazos se rompen y la vida es otra.

Es saludable, sin embargo, esa capacidad que la gente madura tiene de estar en su sitio y no rehuir.

Con los años he aprendido a no rehuir.

Durante una vida se comparten tantos momentos, ¡conocemos a tanta gente!

Da pereza saludar cuando no sabes si hay hijos de por medio, enfermedades, familiares muertos o ruinas económicas; incluso cuando no recuerdas con seguridad el nombre, ni los nexos exactos.

Es más fácil apretar el paso, perder la mirada en un escaparate y tragar saliva.

domingo, noviembre 27, 2011

Ritual

No sé cuándo fui consciente de haber encontrado, a lo largo de mi crecimiento como persona, la equivalencia entre el acto de aprender y el de ser feliz.

Quizás porque el aprendizaje no lo hago equivalente al hecho de estudiar, o no al esfuerzo, o no a la obligación.

Aprender por el gusto de conocer.

Hoy, como tantos otros domingos, he salido a la calle, me he comprado el periódico y me he ido a desayunar durante casi dos horas.

Tiempo para sumergirme en la realidad de un Marruecos que acaba de votar a un gobierno islamista en que aprendí que la propia monarquía ha sido impulsora de partidos políticos para ahuyentar la posibilidad de un país gobernado bajo las leyes de la sharia, desayuno en el que descubrí el lado luterano de Ángela Merkel, amante de las matemáticas y de la lengua rusa, que llegó a pertenecer a las Juventudes Comunistas de la RDA. Desde Chile me explicaban, poco después, por qué esas movilizaciones estudiantiles en un país en pleno progreso, y encontré la clave en la baja calidad de la enseñanza, al haber confundido los políticos cantidad con calidad. Me explicaron el drama que supondría para España volver a la peseta, fundamentalmente por la descapitalización de la banca y me adentré en una clase de 4º de ESO del País Vasco durante la exposición de su drama de una víctima del terrorismo. Analicé durante quince minutos gracias a un estudio estadístico, hacia dónde se fueron los votos del PSOE del 20N, en esa zona centrista poco ideologizada que se reparten de elección en elección los dos grandes partidos. Me sorprendí por las altísimas compras de automóviles en estos tiempos de crisis de los 'rent a car' o el desembarco en Norteamérica de unas 'muñecas de Famosa' que yo creía desaparecidas. Me alegré de saber que cada vez se tiene más en cuenta el compromiso ético de las grandes empresas con el empleado o con el medio ambiente por parte del cliente y de los inversores. Buceé en la historia de Atenas y Roma para entender algo de la crisis que hoy afecta a griegos e italianos, en un artículo en que se defendía una salida política, casi espiritual, a esta crisis. Me aproximé a Medina Azahara para conocer cómo un grupo de intelectuales cordobeses defendió el inicio de excavaciones para protegerla del desconocimiento social de esa ciudad fundada en el siglo X.

Pasando páginas de un periódico que cuesta menos que un desayuno, tuve dos horas nuevas de placer. Un viaje de Chile a Alemania, de Marruecos a Grecia, de la política a la empresa pasando por lo espiritual.

Difícil encontrar formas más baratas de alegrarse una mañana de domingo, siempre que se entienda que el conocimiento es crecimiento, que te ayuda a hacerte como persona y como observador del mundo, de las realidades de otros tiempos y de éstos, de otros sitios lejanos, que lo son menos cuando tienes la curiosidad de detenerte un rato y leer.

miércoles, noviembre 23, 2011

Paolizado

De la misma manera que hay alimentos liofilizados o bebidas pasteurizadas, yo soy un individuo paolizado.

Nos conocimos hace diez años en la rue Montorgueil de París. Hacía un frío intensísimo y nos tomamos no sé cuántas copas de vino.

Paolo, italiano llegado a París con 19 años, se me apareció como un ángel a sus cuarenta. Su risa abierta sin complejos era una llamada a la Vida. Sí, a la Vida con mayúsculas, a la bien entendida, a la que no se deja guiar por nubes negras ni se aprisiona en luchas de antemano perdidas.

A Paolo todo le parece bien. Si le propones una tarde de charla te responde 'perfecto', si le dices que te acompañe de viaje te grita 'fantástico' y si anulas cualquier cita respeta tu decisión.

Yo me fui paolizando con el tiempo. Aprendí de él a no buscar excusas para justificar los 'noes'.

Sortear los obstáculos no significa no verlos, disfrutar de la vida no significa no sufrir. Temer a la muerte es sano, reírte del mundo también, aceptar nuestras limitaciones, no pretender el paraíso en cada momento, dejarte llevar por las personas queridas, querer sin esperar nada a cambio, no buscarle tres pies al gato, admitir los defectos en el otro, las debilidades en el otro, las dudas en uno mismo.

Echo de menos esos paseos por las calles cercanas a Bastilla en que él me explicaba con detalle la vida de Akenatón, el nacimiento de la civilización judía o su infancia por las calles de Bolonia. Pasear con Paolo era hacerlo sin rumbo fijo ni hora de recogida, porque lo importante era el paseo en sí, ese momento preciso, esa vida maravillosa que él encuentra en cada detalle.

Paolo vivía en un estudio de 15 metros cuadrados, trabajaba por libre traduciendo a infinitos idiomas y se regodeaba a solas tumbándose en el parquecillo de Les Halles para coger un rayo de sol en pleno invierno.

Yo sé que estoy paolizado, que desde que lo conocí es como si me hubiera caído en una bañera de prozac. Hay personas así, que aparecen un día por tu mundo y éste cambia.

Vi de golpe las cosas con sus ojos y me dije: '¿qué hay en esta vida que me pueda hacer perder la esperanza?'

Viendo la vida tal como es, tan jodidamente bella como es, tan puta y maltratadora, me paolicé un día para reírme de ella, con ella, liberándome de prisiones que no me llevaban a nada.

Recuerdo a ese Paolo que hace tanto tiempo no veo y me digo, 'qué placer haberme cruzado con él'.

domingo, noviembre 20, 2011

Quesos

Desde que conocí a Amín Blanco comprendí que con su dulzura ganaba una ventana nueva con brisas cubanas desde Barcelona. Ella es la confirmación perfecta de que nunca debemos estar cerrados a integrar gente distinta.

Con Amín, incansable contadora de aventuras musicales y de anécdotas cubanas, se puede llegar a conocer un poco más al país caribeño sin los maniqueísmos propios de quien se enreda en posturas basadas en el fanatismo o en el odio.

Hace unas semanas, paseando por Sevilla, me contaba acerca de su último viaje a La Habana, para ver a su familia.

Acompañó a su madre al médico y allí, en la cola esperpéntica de mujeres queriendo vacunar a un gato porque el veterinario no aparece o de infectados por comer pescado en mal estado, ante el tumulto formado por la falta de atención, salió una enfermera negraca, enorme, con gran culo y minifalda y lazo de enfermera, para poner orden. Cuando ya todo el mundo tenía su número la mujerona soltó:

'No os quejéis de las colas, que bien que la hacéis delante de la Sección de Intereses de la Embajada americana pidiendo visas'.

Todo este humor con que Amín habla de su país esconde su pena por comprobar que la desidia se ha instalado en el pueblo cubano.

Esta mañana, paseando con ella por las Ramblas, nos hablaba de cuando se cayó la Unión Soviética, y con ese derrumbe toda una logística alimenticia, energética y financiera de la isla, que quedó aislada y vio como sus habitantes comenzaron a pasar muchísimos apuros para llenar el estómago.

'Los cubanos se fueron quedando flacos, Salva'.

Se compartían recetas de croquetas de huesos de pollo, de mollejas salidas de no se sabía dónde...

'En Cuba todo es ilegal desde que pones los pies en el suelo. La leche que compras es ilegal, el dinero que usas también lo es, cada paso que das es ilegal'.

Recuerda que, en uno de los múltiples cánticos de gente por la calle ofreciendo lo ilegal, se cruzaron con un negro proponiendo el contrabando de un manjar exquisito. Ofrecía quesos.

Una chica, al oírlo, le preguntó:

'¿Pero qué tipo de queso es el que me ofrece, negro?'

Ante lo que éste, circunspecto y casi ofendido por una pregunta que no terminaba de entender, le contestó altivo:

'De hotel, señora, ¡queso de hotel!'

miércoles, noviembre 16, 2011

El votante inexistente

Si eres comunista en Ávila no existes para la democracia.

Yo, que no soy comunista, querría defender el voto de ese ciudadano que vive en una provincia en la que jamás su opinión será tomada en cuenta.

Un partido como Izquierda Unida u otro como UPyD tendrán millones de votos en estas elecciones, pero sus votantes riojanos, zamoranos o jienenses nunca podrán contribuir a otorgarles un escaño de representación popular.

Criticar a nuestra democracia, desde algunos medios, se quiere condenar como movimiento anárquico o antisistema, pero la realidad es que nuestro sistema electoral es muy defectuoso.

Cuando las cosas van tan mal, uno que es de izquierdas casi quiere que el partido popular, ya que ganará, lo haga de forma rotunda; en caso contrario aparecerán los chantajes nacionalistas que lo empozoñan todo.

¿Cómo es posible que Esquerra Republicana con ocho veces menos votos que Izquierda Unida pueda conseguir incluso más escaños?, ¿por qué todo un país tiene que vivir preso de políticos que quieren la destrucción del propio país?, ¿por qué quién desprecia al andaluz toma las riendas de su destino?

Defiendo a muerte la posibilidad de presentarse de forma democrática a las opciones independentistas o soberanistas, pero también critico con fuerza el que haya tantos votantes inexistentes por toda España. Gente que lleva desde hace treinta años acercándose a su mesa electoral para defender opciones que nunca llegarán a representarle.

¿Por qué el voto de un abertzale guipuzcoano vale diez veces más que el de un votante de Izquierda Unida de Huelva?

Hay que construir la democracia desde valores sanos como la igualdad, y en España no somos todos iguales.

La solución está clara. Una circunscripción estatal única para 50 escaños, que sea proporcional al número de votos, y que se sumarían a los 350 ya existentes por provincias.

Yo quiero que el comunista de Ávila tenga la esperanza de que en un futuro muy próximo su voto no estará secuestrado.

lunes, noviembre 14, 2011

Excusas

Un ejercicio muy sano que comencé a practicar hace tiempo me ha dado muy buenos resultados como persona.

Podría parecer de perogrullo, pero el ejercicio en sí no es otro que tener la gimnástica mental suficiente para evitar a toda costa, ante una pregunta incómoda, buscar excusas.

A nivel profesional, por ejemplo. Siempre hay mil motivos exteriores a uno para justificar decisiones tomadas. 'Es la herencia de mi jefe', 'es la situación de la empresa', 'son los comentarios de la gente' o 'la presión de la dirección' serían, en muchas ocasiones, buenas muletas para torear ante la falta de valor para asumir responsabilidades propias. En cambio, gana tu credibilidad como profesional cuando no tiras de ningún argumento parecido para justificar tus actuaciones.

'He actuado así porque yo considero que es la mejor decisión'.

Cuando las circunstancias aprietan e incomodan, se tiene tendencia a mirar hacia otro lado para encontrar respuestas. Te puedes salvar en una, dos o tres ocasiones, pero acabas pagándolo.

En cuestiones personales es aún más evidente. No hay nada más sano que hablar de frente y, si no te apetece ir a una comida, asistir a un evento o meterte en un negocio 'equis', lo mejor es decir que no. Decir además que no o que sí porque tú no o sí lo quieres. Y, a ser posible, con una sonrisa serena.

En este hermoso período de producción de la película que me está tocando vivir, he recibido llamadas de actores o voluntarios que buscaban una explicación a no haberlos elegido en cuestiones que no venían al caso y yo me esforzaba por abstraerme de todo para asumir mi propia responsabilidad.

'No te hemos elegido porque consideramos que no eres el mejor'.

Asumir las decisiones como propias es un camino para crecer cada día.

viernes, noviembre 11, 2011

Cerrado

Ayer me acusaron de intransigente.

Fue en una discusión nocturna, amigable, en casa, con gente de confianza, mientras cerveceábamos y esperábamos a nuestra amiga Carmela que viniera a hacernos un pavo que no terminó de hacer.

Esperando a las pizzas salió un tema político en que yo no quise entrar, porque me chirriaban los razonamientos que se utilizaban. Pero mi amigo Antonio era insistente.

Sé que, una vez que entro, soy vehemente; y entré.

A saco.

Debe ser verdad que tengo un punto de intransigencia y así se debe llamar a lo que yo, inteligentemente para mi argumentario, defino como pasión a la hora de defender mis ideas.

Pero de pronto me dicen que no escucho, y puede que las ansias por explicar me hagan no valorar el discurso de mi interlocutor.

La vida es un progreso continuo y, desde esa base, tengo que aceptar las críticas para eliminar esa visión de lo que a veces soy y me repele.

Critico a quien no escucha, a quien no sabe ponerse en la piel del otro, a quien se cree poseedor de la verdad para, de golpe, en una noche relajada de cervezas, perder el paso y naufragar.

Seguiré en mis trece, pero más relajado. La pasión me lleva a la intransigencia.

martes, noviembre 08, 2011

Interruptor

En una larga espera en un edificio público, vi entrar a un hombre mayor en el baño. Entró y salió sin encontrar el interruptor hasta que, mosqueado, dio con él, lanzando improperios.

Me dio por reflexionar acerca de lo asumido que tenemos ese interruptor en nuestras rutinas. Un toque y ¡clic!, se enciende la luz.

El hombre, no como individuo, ha sido capaz de construir a base de ingenio, ensayos, definición de axiomas, interpretación de leyes físicas, químicas, estudios biológicos, astronómicos, botánicos o farmacéuticos todo un sistema que nos rodea en busca del confort, de facilitarnos la vida.

Nos paramos poco a pensar en cómo hemos llegado a todo esto. Nada nos fue dado salvo nuestro intelecto y la vida en sí, y resulta admirable como nuestros ancestros fueron consiguiendo avanzar, reinventarse, descubrir lo que la naturaleza nos iba dando para conseguir que el paso por el mundo fuera menos penoso.

No sólo los hitos del descubrimiento de la bombilla o la penicilina, sino la evolución imparable del hombre hacia el progreso que nos ha llevado a pertenecer a la generación con más posibilidades de vivir sin muchas penalidades absurdas.

Vivimos una época de grave crisis, sabemos que gran parte del progreso ha estado mal orientado, que nuestro mundo está contaminado y la atmósfera se resiente, que hay pueblos que aún cabalgan entre las oscuridades de religiones fanáticas o que viven en lugares desérticos donde la hambruna no es noticia.

Aún así, confío en el hombre. No en el individuo. En el hombre como ser capaz de hacer frente a las adversidades.

Es difícil admitir que el mundo vaya a peor cuando hace apenas un siglo la gente moría por enfermedades hoy dóciles, cuando para calentarnos necesitábamos del fuego o de días para recorrer un trozo de nuestro país.

No encontramos un interruptor y nos cabreamos, oímos el sonido de un avión y nos molesta.

¡Mirar al cielo y ver un avión volar! Con esa potencia, doscientas personas dentro que en un par de horas estarán a dos mil kilómetros de distancia.

Observar esa silueta de pájaro metálico es una sensación casi mareante si se analiza con el corazón.

sábado, noviembre 05, 2011

Desidia

Hay palabras hermosas para describir la fealdad del ser humano, y quizás este término castellano, desidia, sea el que se lleve la palma.

Desidia no hace referencia a los días en los que las ganas de no hacer nada nos atacan y nos dejamos enredar por una maraña de excusas para no movernos del sofá.

Hace tiempo que comprendí que esas excusas no hacen sino dificultad ese disfrute que supone dejar al cuerpo a su libre albedrío y descansar la mente en una gimnasia perfecta en que las explicaciones no son necesarias.

La desidia, en cambio, comienza cuando esas justificaciones comienzan a ser admitidas en nuestro fuero interno y la falta de motivación para avanzar se hace genética.

Anoche cenábamos con nuestra querida amiga cubana Amín y ella lo hacía ver de su patria. Cómo se ha instalado allí la desidia. Cómo un sistema nacido con buenas intenciones se ha vuelto putrefacto hasta el punto de contagiar a todo un pueblo a encontrar excusas para no avanzar.

Me da miedo este período de inmensa crisis que atravesamos, que se presume largo en el tiempo, por lo que puede traernos de esa maldita bacteria de la desidia.

Contra la desidia, indignación, imaginación, búsqueda de caminos recónditos para llegar a nuestros sueños, pero nunca una bajada de brazos.

Leía el otro día un artículo sobre la sociedad portuguesa en que las entrevistas al pueblo llano comenzaban a dar pistas de un cierto fatalismo, consustancial ya de por sí a ese pueblo, por duro que sea generalizar. Se admitía que no había nada que hacer sino apretar los dientes.

No quiero pensar en una sociedad avejentada por la desidia. Tenemos que rebelarnos de la mejor manera: buscando alternativas al mundo que se nos ofrece, creyendo en nuestras capacidades, convenciéndonos entre todos que el camino no son las excusas.

viernes, noviembre 04, 2011

Partido Popular

Todo hace ver que nuestro próximo presidente será Mariano Rajoy. 

Y digo nuestro porque soy demócrata, y querré que lo haga de la mejor manera para que mi querida España salga de este atolladero de depresión. 

Son muchos los que sufren, demasiados los que no tienen que poner la alarma al despertador para no hacer nada y corremos el peligro de entrar en la desidia que puede dañar gravemente a nuestra sociedad. De cualquier manera, para mí, librepensador y 'reflexionador', que mira con ojos pasionales el transitar de la sociedad en que vivo, me apena profundamente pensar que el 40 o 45 por ciento de mis conciudadanos voten al Partido Popular. 

Que uno de cada dos españoles opten por esta opción es un desgarro para mí, y lo digo a boca llena. Un partido político rancio, que se ha manifestado durante años con la cúpula de la iglesia y con banderas de España, acaparándolas, para renegar de cualquier avance social, que no apoyó una ley de dependencia, o la del matrimonio homosexual, que no cree, o hace que cree a regañadientes, en la Enseñanza o Sanidad pública, que ridiculiza a los andaluces, que boicotea productos catalanes, que fomenta teorías de conspiración, que bendice a personajes como Aznar, que atiza a los medios más retrógrados contra lo que no sea la 'sacrosanta' unidad de España, católica, castellana y 'bienpensante', no es un partido, a mi entender, de fiar. 

Lamentablemente, no tenemos muchas opciones que enfrentar a ésta de la derecha más rancia.

Lamentablemente, mi voto en esta ocasión no será un voto de ilusión, sino de negación de lo que el partido de Rajoy representa. No quiero que mi país dé pasos atrás y sé, en mi fuero interno, que con esta opción política vamos a darlos de forma acelerada. Luego nos quejaremos, de su despotismo, de los retrocesos sociales, de la chulería en el trato, de la vuelta atrás en derechos que hoy nos parecen básicos. 

Soy libre para opinar desde esta tribuna que la magia de internet me concede y digo, desde esa libertad, que no quiero a Mariano Rajoy al frente de mi país.

lunes, octubre 31, 2011

Menos tres

No hay reglas universales en cuestiones de amor.

La experiencia, sin embargo, nos da pistas acerca de los buenos planteamientos en cuanto a las relaciones afectivas se refiere.

Yo mantengo la teoría del 'menos tres'.

Cuando alguien aparece por tu vida y crees haber sentido mariposas en el estómago, en el mismo momento en que se establezca la primera conexión hay que poner el contador a cero.

Que te envía un mensaje: ya estás en 'más uno'.

Que tú le respondes: de nuevo en 'cero'.

Que le llamas: 'menos uno', que te llama: otra vez 'cero'.

Los comienzos son tan hermosos como frágiles y las malas interpretaciones dan al traste con muchas relaciones bellísimas en potencia que nunca llegan a materializarse.

No valen las excusas de 'estoy muy liado o liada', 'apenas miro el móvil', 'creí que te había contestado'.

Cuando se llama tres veces a la puerta, en los inicios de las historias de amor, y la puerta no se abre, ya has llegado al límite del 'menos tres'.

Conozco personas que están en el 'menos doscientos treinta y dos', y así les va.

viernes, octubre 28, 2011

Pendiente

No sé cómo nos lo montamos los humanos para ir dejando siempre de lado obligaciones que se acumulan y nos hacen menos felices.

Tareas ingratas que se pretenden borrar de manera poco inteligente con el olvido.

Creo, honestamente, que una de las maneras de asegurarse una porción grande de estabilidad personal es la de afrontar cuanto antes aquello que nos incomoda, bien sea una conversación pendiente o una llamada al seguro del coche.

Los obstáculos hay que ir sorteándolos mientras los veamos venir, pero más a menudo de lo que quisiéramos nos damos de bruces contra ellos, y lo mejor es desembarazarse cuanto antes de las trazas que éstos van dejando para no acumular demasiados daños.

Esconder las malas emociones debajo de la alfombra es una práctica torpe, a la vida hay que cogerla por los cuernos.

Debemos coger el teléfono que no queremos, abrir los sobres con malas noticias, confesar los errores antes que nos los echen en cara de mala manera, aceptar que la existencia es jodida para así enfrentarla con mejor cara.

Yo querría no tener cosas pendientes en mi bolsa de basura particular, o al menos que la carga sea liviana.

lunes, octubre 24, 2011

Una vida

Si uno debe tardar tiempo en reconocerlo de sí mismo, más difícil aún es para un amigo descubrir en el otro un proceso depresivo.

No he pasado nunca por ese trance, pero la depresión debe suponer un desafío casi irresoluble para aquél que la padece.

Cuando uno se arrastra de la cama para ir al trabajo y no ve hermosura en nada, la espiral se va cerrando casi siempre hacia dentro, hacia lo oscuro, lo negro.

Quien está cerca a veces tiene pistas y a veces no, porque la persona que está contra el mundo también lo está de algún modo contra ti, a pesar de que las apariencias dicten amistades que no existen cuando uno no puede ver más allá de su congoja.

Son varias las veces que he tenido gente querida al lado sumida en procesos de hundimiento y me reconozco torpe para investigar, tener la habilidad para comprender que no hay agresividad hacia mí, sino un torrente de desasosiego que se canaliza en todas direcciones.

Deberíamos recibir lecciones de psicología básica para saber si a un ser humano que se hunde le resulta contraproducente o no que tú le digas que sólo se vive una vez, que el daño producido tiene como gran perjudicado al mismo que lo provoca y que sumirse en la negrura del no ver sentido a nada lleva a cerrar las ventanas a cualquier escapatoria.

Se me cae el alma viendo a un ser querido así.

El tiempo pasa deprisa, la vida es una, sin borrador ni local de ensayo; pero para ver eso se necesitan luces, focos, al menos una rendija.

Me gustaría tener las claves para encontrar esas rendijas que me lleven a aportar luz, y aire, a aquél que se queda encerrado en su propia trampa.

viernes, octubre 21, 2011

Paz

La memoria suele ser frágil, pero hoy nadie nos puede quitar la alegría de saber que ETA deja de matar.

En los momentos más sanguinarios de la banda, durante decenios, todos hemos soñado con una portada de periódico como la que encontramos hoy en los kioscos, y si algunos no valoran con euforia este comunicado de ETA es porque nuestra democracia ha ido acabando con ellos de forma paulatina hasta casi ningunearlos.

Sé que, en momentos históricos como los que estamos viviendo, se impone la altitud de miras y la llamada a la concordia. No puede ser de otro modo. Como sociedad civilizada y señorial que somos, nuestra meta debe ser la defensa de este Estado democrático en el que cabemos todos, defendiendo con fuerza la posibilidad de que quienes no quieran estar con nosotros así lo expresen de forma rotunda a través del voto.

Nuestra memoria, sin embargo, no se puede resetear.

ETA nació al mismo tiempo que yo, y he pasado toda una vida oyendo acerca de sus fechorías, su bajeza y los tiros en la nuca. Una mirada a la infancia me lleva a paseos camino del colegio de la mano de mi madre en que yo le preguntaba el porqué de tanto odio y crueldad.

Ahora se van como payasos, con la cara tapada y una boina, sin la gallardía de pedir perdón.

Me alegro profundamente de que el pueblo vasco vuelva a estar libre de llevar esa pesada carga y el resto de los españoles, junto con ellos, podamos, por primera vez en nuestra historia, presumir de una democracia en paz.

¡Ha sido tanto el dolor!

domingo, octubre 16, 2011

Miserables

Hace unos años capturaron a un joven treintañero, parisino, de aspecto impecable, que trabajaba en la Défense, el barrio financiero de la capital francesa, lleno de rascacielos acristalados, desde el que se ve el mundo con otros ojos, vestido con traje de chaqueta de marca y con la cartera llena de tarjetas profesionales en las que tan importante como el cargo que se ocupa es el tono del color o la exclusividad de las fuentes de las letras.

Este chaval, avejentado por corbatas y una vida social que sólo se puede ganar con verdaderos años de esfuerzo, había estafado a su empresa, la enorme entidad bancaria Société Générale, más de 5.000 millones de euros.

El caso es que no lo había hecho para beneficio propio, sino que había conseguido burlar todas las seguridades informáticas, si es que éstas existían, para invertir y desinvertir a un ritmo febril en busca de ganancias rápidas, impactantes, que le hicieran subir como la espuma en su meteórica carrera hacia algún puesto en el consejo de dirección de su empresa.

A este chaval lo denunciaron, pero cuántos más como éste no habrá en la Défense, la City londinense, Wall Street, Shangai o en cualquier despacho de fondos de inversión de nuestro propio país.

Gente que juega a hacer dinero a base de toquetear un teclado de ordenador, para que clientes que están tomando el sol en las Bahamas se encuentren con la alegría de tener varios millones de dólares más en su cuenta a final de cada semana.

Paranoia financiera que nos está hundiendo.

Hemos asumido con naturalidad sueldos imponentes de presidentes de cajas de ahorro o entidades bancarias que nos cobran el céntimo por cada transferencia o movimiento en nuestras cuentas. Y a esas personas sin escrúpulos, y aquí soy intransigente, les están salvando el pellejo un día sí y otro no nuestros gobiernos.

¿Gobiernos de quién?

Gobiernos amedrentados porque la política parece haber dejado paso a la finanza. A la más maquiavélica de las actividades humanas.

Somos muchos los que nos levantamos antes de que amanezca para ir a trabajar. Y son muchos otros, gente cercana, a la que queremos, con nombres y apellidos, los que querrían hacerlo. A ellos y a nosotros nos toman por el pito de un sereno ésos que se dedican a jugar con nuestro dinero, sinónimo de esfuerzo, sin importarles las empresas que se destruyen o las miserias humanas que hay detrás de cada embargo.

Estoy convencido que a esos miserables se les puede regular por ley. Hay que querer.

viernes, octubre 14, 2011

Herencia

Cuenta mi padre que, montado en el autobús, se levantó del asiento para dejárselo a un anciano que apenas podía andar. Éste, orgulloso, le rechazó el ofrecimiento:

-¡Pero si usted es más viejo que yo!

El otro día, probándome una camisa, comenté:

-No me pongo esto ni muerto. Parezco un señor de 40 años.

Y tengo 44...

martes, octubre 11, 2011

Volumen

No dejar hablar levantando la voz es un fenómeno muy hispánico que suele venir potenciado por el estrés y, en muchos casos, por la mala educación.

No somos conscientes de hasta qué punto es incómodo y despreciativo el subir el volumen de tu voz cuando tu interlocutor intenta preguntar, aportar alguna idea o rebatir.

Los franceses, cuando se sienten interrumpidos de forma abrupta te dicen con calma y con la sequedad que les caracteriza: 'déjame terminar'.

Tendríamos que hacer un ejercicio de diagnóstico interior en nuestras relaciones con los demás, porque hay veces en que da la sensación de que no escuchamos cuando dialogamos sino que nos comportamos como monolitos que sólo saben meter baza y subir el volumen como argumento.

Si alguien nos habla, no está de más respetar sus tiempos, escuchar sin dedicarnos en exclusiva a buscar razonamientos que defiendan nuestras posiciones.

No tengo la fórmula mágica para hacer que mi interlocutor no levante la voz como estrategia, a no ser el hecho de no hacer lo mismo y, tras aguardar a que baje de las cimas de lo extemporáneo, decirle con todo el afecto: 'permíteme hablar'.

Aunque no está científicamente probado, creo que en ocasiones la buena educación es contagiosa.

sábado, octubre 08, 2011

Pas sur toi

Hay una hermosa canción de Zazie, compositora e intérprete de canciones llenas de contenido, en que habla y medita acerca de lo que ella no refleja en sus temas musicales.

Quienes escribimos solemos hacerlo acerca de lo que nos preocupa, nos inquieta, el mundo que quisiéramos cambiar, las incertidumbres que nos esperan, los desengaños vividos o los recuerdos de otros tiempos.

Y, como ella dice en su canción, 'je n'écris pas sur tout ce qui va bien, je n'écris pas sur toi'.

No escribimos que todo nos va bien, que somos felices, que la vida se comporta con nosotros de forma magistral.

En mi caso, además y por encima de todo, no escribo sobre la persona que me hace feliz, aunque ella lo sepa. No canto a los cuatro vientos mi amor porque siento equivocadamente que no es necesario cantar al amor, a lo evidente.

La fortaleza en mí desde hace ocho años está en ti, mis éxitos, mi capacidad de lucha y mis sueños agarrados. Las ilusiones, los mensajes que siempre llegan, los besos de buenos días, las historias compartidas, los amigos en común, los proyectos de viajes y los viajes ya vividos.

Contigo las risas y las escasas lágrimas de esta vida ya madura en que un día tuve la suerte de encontrarte. Contigo que me adoras y me haces sentir querido como nadie se puede sentir más.

Si no escribo sobre ti es por torpeza, porque llenas espacios que hacen dejar a un lado las preocupaciones y me introducen en un esquema vital en que se da por supuesto el amor.

Pero el amor hay que cantarlo a diario.

Te quiero.

miércoles, octubre 05, 2011

Cómicos

No olvidaré el vacío que sentí en el estómago cuando, en plena vorágine del rodaje de la primera escena de nuestra película, vi el abrazo entre Carmen Tamayo y Rubén Carballés justo antes de interpretar un momento especialmente complicado.

En un rincón de la casa, apartados, se abrazaban para meterse en la piel de Gloria y El Pirata, escondidos, antes de presentarse delante de veinte personas, tres cámaras, dos grandes micrófonos y una ilusión colectiva enorme.

Este mes de rodaje me ha servido para ponerme a prueba en muchos sentidos, pero sobre todo para aprender.

Un oficio tan viejo como el propio hombre, en esa necesidad de contarnos de forma creíble lo que habita en nuestra interior: risas, desgracias y cotidianeidad.

Estoy deseando ver en la gran pantalla el ataque de histeria que le entra a Gloria cuando prueba un trozo de pastel de hachís, o la violencia en la cara de Yann cuando Lola le ningunea, el desasosiego de Roberto cuando imagina a su mujer secuestrada, la dulzura de Marga al confesar a su madre todos sus miedos...

Son los actores personas con un oficio tan hermoso como duro. No tener, salvo excepciones, una nómina a fin de mes ni un proyecto de vida claro porque no saben dónde estarán al terminar la próxima obra, la siguiente película o serie de televisión.

Consiguen hacernos cómplices observadores de otras vidas y nos abstraen de nuestras rutinas.

Nos excitan, nos hacen reír, provocan dudas en nuestros comportamientos, nos emocionan, se desnudan para mostrar la naturaleza humana en situaciones extremas y, con ello, nos hacen practicar una de las terapias más reconfortantes que puedan existir: eliminar por algún rato nuestra unicidad y permitirnos volar con ellos hacia otros espacios que no son los nuestros.

Nos dejan sus miradas, los instintos y sus miserias para hacernos entender mejor el alma humana.

domingo, octubre 02, 2011

Penas

La inteligencia emocional es uno de los grandes avances en la investigación del ser humano de los últimos decenios. Al menos, así nos lo han vendido. Definida como la capacidad del hombre para entender al otro, ponerse en su piel, manejar sus propios sentimientos y entender los de las personas que tiene alrededor.

Cada vez más valorado a nivel laboral, soy consciente de su importancia en las relaciones nuestras del día a día.

¡Hay tanta gente analfabeta en ese sentido! Personas que tienen cualidades tremendas a nivel intelectual, o bien situadas socialmente o con grandes dotes para actividades específicas y apreciadas que, sin embargo, se hunden ante una mirada o no saben acercarse al círculo social que les rodea sin meter la pata.

Uno de los mayores fallos que yo observo a ese nivel emocional en lo que respecta a las relaciones sociales, o de amistad, es el querer utilizar la pena como argumento. Pretender, enmascarado en una proyección de compasión, llegar a la fibra sensible del amigo a través de la desgracia.

Todos tenemos nuestra dosis de dolor. Sí, cierto que algunos parecen haber nacido estrellados, pero son pocos. Recrearnos en nuestras miserias para retener a gente querida es una estrategia perversa.

De inteligentes, emocionalmente hablando, es dar lo mejor de nosotros mismos en nuestro contacto con la sociedad. Primero por una cuestión de generosidad, segundo por sentido común y tercero, por egoísmo. Egoísmo porque, siendo una persona que transmite buen rollo, estamos lanzando boomerangs de buen rollo hacia nosotros.

La gente no quiere más problemas de los que ya tiene y no debemos, nunca, abusar de las penas.

Cuando éstas vengan, que vendrán, tendremos todo un ejército de amigos que estarán ahí, pendientes de nosotros, para confortarnos sin tener que explicarles nada.

jueves, septiembre 29, 2011

Palabra

El ser humano se va haciendo escéptico a lo largo de su vida a base de múltiples desengaños. La muerte de los seres queridos sea, quizás, el más fuerte de ellos. Una destrucción de inocencia, una pérdida de referencia que tal vez sea necesaria para llegar al final de nuestros días con la mochila cargada de la energía justa para no aterrorizarse ante el irremediable final.

El gran desasosiego del hombre, sin embargo, pienso que se gesta a base de múltiples decepciones con el propio hombre, el que comparte nuestra amistad, el trabajo, el espacio inmediato o el anónimo y lejano.

No hay nada más frustrante que el comprobar la infidelidad a la palabra dada.

En tantos casos a lo largo de nuestra vida nos enfrentamos a esa vulnerabilidad que supone sentirse engañados por el otro, que reaccionamos de dos maneras: contagiándonos de esa actitud que supone no ser de fiar, o manteniéndonos en nuestros trece de ser fiel con nosotros mismos y, por ende, con el otro.

Las dos posiciones frustran, pero sólo la segunda es sana.

Mantenerse fiel a la palabra dada es, a pesar de desengaños, la más reconfortante de las actitudes.

Ser garantía de compromiso, no hacer dudar al otro de que si tu has dicho sí, ese sí es más fuerte que ninguna excusa.

sábado, septiembre 24, 2011

Paciencia

En una entrevista publicada al célebre director de cine mexicano Arturo Ripstein, éste se lamenta de la pérdida de paciencia colectiva e individual que representa a pasos forzados la irrupción de la era digital.

Esta reflexión, que yo comparto plenamente, junto con otras que se hacen eco de los cambios en nuestra sociedad a resultas de los avances tecnológicos, no pueden ser interpretadas como un freno al progreso o miedo a evolucionar, sino como todo lo contrario. Son mensajes que vienen de intelectuales que no hacen sino pensar en voz alta acerca de los caminos inescrutables a que nos vemos abocados con esta aceleración exponencial en usos diarios a que nos vemos sometidos.

Cuando se habla de pérdida de la capacidad de ser pacientes parecería que se refiriese a sensaciones abstractas y subjetivas, pero es cierto que ese razonamiento se puede concretar en muchas de nuestras actividades habituales que nos hacen perder determinados valores adquiridos por el ser humano a lo largo de los siglos.

Mi miedo es ése, el no dominar el miedo extendido a perder el tiempo que se instala en nuestra conciencia colectiva.

Quizás se hagan estudios para comprobar cómo nuestro cerebro comienza a entender los segundos como más cortos y los meses como semanas, porque todo va rápido; y si no va lo suficientemente veloz, lo aceleramos.

Queremos la información al instante, las respuestas a los mensajes inmediatas y eso hace que nos quitemos tiempo para la sana constumbre que implica la espera.

Nuestros anhelos de comunicación se pueden llegar a convertir en enfermizos y absurdos.

Hay una práctica sana, pienso yo, que tiendo a ejercitar. Que la tecnología no controle mis ritmos, a base de dejar reposar los mensajes y sms en la memoria de mi cerebro y responder a ellos con calma y dedicación cuando así lo merezcan.

Esperar a quedar para darme un paseo para contarle a alguien cómo me va la vida es mucho más hermoso que acumularlo todo en 3 mensajes de móvil.

martes, septiembre 20, 2011

Pensar

Una tarde, por las calles de Huelva, Mariángeles me contó sus propuestas para llevar a la práctica en el Instituto de Secundaria donde da clases.

Consistía en involucrar todas las asignaturas en un sólo proyecto de reordenación de un barrio de la ciudad. Y que ese proyecto fuera el hilo conductor de todo el curso escolar.

Ahí entraba la lengua, redactando informes, el dibujo, diseñando edificios, las matemáticas, calculando presupuestos, la historia, la física...

El objetivo era hacerles trabajar en grupo, elaborar estrategias, plantearse para qué sirven los libracos con que se les avasalla.

Todo esto se uniría, en ese proyecto imaginado, con la investigación por internet. Aprenderían que un ordenador no sirve tan solo para descargarse juegos o infiltrarse en páginas porno a escondidas.

Evidentemente las inercias de siempre impidieron que mi querida Mariángeles pudiese llevar a cabo ese reto; la autonomía de los centros escolares es muy limitada y los enemigos no sólo los encontró en las instituciones, sino en compañeros que no querían complicarse la vida.

El éxito de las próximas generaciones vendrá por la capacidad que tengamos de hacer a nuestros chavales pensar.

Finlandia queda muy lejos.

viernes, septiembre 16, 2011

Alcohol

Si no fuese porque conozco gente cercana que ha tenido problemas serios con el alcohol o porque está más que demostrado que su consumo excesivo es perjudicial para la salud, lanzaría una oda al gintónic o a las cervezas mañaneras.

A mí el alcohol me sirvió en mi juventud para abrirme al mundo. Junto con otras muchas circunstancias, sí; pero también.

Vivimos tan aprisa, tan de golpe, que nuestros conflictos internos encuentran un resquicio para ser compartidos cuando te encuentras con una copa de vino delante.

La debilidad del ser humano le confunde y toma por Jauja lo que es un pequeño placer que debería ser controlable. Deshinibirse, desacelerar el ritmo de los pulmones, mirar a los ojos que tienes enfrente y evacuar presiones casi siempre minúsculas que nos aturullan como fundamentales cuando la vida es mucho más sencilla que todo eso.

Un gintónic para terminar la noche, una cerveza para comenzar el fin de semana o un vino blanco para disponerte a preparar una paella.

Me repatea la frase 'no necesito alcohol para divertirme'. Por simple e injusta con los que sabemos apreciarlo en su justa medida.

Renunciaría, eso sí, si con eso consiguiera que gente que ha sufrido por sus enganches volviera al mundo real, al de la construcción de nuestro día a día, del que una vez se apartaron creyendo que en una botella de cristal se encontraba otro mundo menos injusto.

martes, septiembre 13, 2011

Barcelona

La ciudad, monstruosa, era un gigante que se abría en dos cuando yo la atravesaba por vez primera camino de Bañolas, en uno de mis viajes como remero.

Era hora punta y la Diagonal se hacía interminable, los autobuses iban cargados de trabajadores y estudiantes apelotonados. Yo tendría quince o dieciséis años y el descubrimiento de la ciudad supuso un shock.

No llegamos ni siquiera a parar. Tal como entramos, salimos, y durante mucho tiempo quedó en mi retina esa visión impactante que me hacía pequeño en mis proyectos de vida adolescente.

Allí he vuelto tantas veces que para mí existen ya decenas de Barcelonas, como corresponde a la majestuosidad de ciudad total en que los siglos la han convertido.

Conozco la Barcelona crápula, la mestiza, la currante, la política, la de los arroces en la Barceloneta, o los cursos de robótica, la de Nissan en la zona franca, la de las Olimpíadas, la del Museo de Arte Contemporáneo o la de los bares de jazz.

Aquélla que sale en los telediarios, la Barcelona por la que nos preguntan cuando estamos recorriendo Europa, la del cine, la de las novelas de posguerra, la anarquista de principios de siglo, la luchadora, la snob, la sórdida y la coqueta.

A ningún españolito se nos puede sustraer de soñar con esta urbe cercana, capital de la modernidad y la vanguardia.

A Barcelona hay que quererla porque, como todo miembro de la familia 'fashion' y emprendedor, perverso y atractivo, detrás de esa fachada real de fortaleza hay una necesidad de afecto.

Desde el resto de España deberíamos mimarla más, porque nos ofrece demasiado como para que podamos permitirnos el lujo de que se nos aleje.

sábado, septiembre 10, 2011

Saber estar

Todo ser humano va marcando su destino sin saberlo a partir de reglas creadas internamente de forma más o menos consciente y que le hacen ir por la vida con rumbos diferenciados.

Hay, en mí, un modelo de conductas que me atrae de los demás. Que me motiva, por tanto, a ponerme siempre en cuestión. Mi padre tiene mucho que ver en esa admiración por la gente que siempre sabe estar en su sitio, con hidalguía y humildad.

Cuando los conflictos aparecen hay muchas maneras de afrontarlos. Los conflictos, en mayor o menor grado, nos buscan a diario.

Soy partidario de atajar los problemas de frente, sin escorzos que nos hagan sortearlos para que luego aparezcan, más fuertes, como un boomerang.

Pienso que las actitudes son mejorables siempre, que no nos podemos escudar en el 'yo soy así' para eternizar nuestros defectos. Pienso, de igual modo, que la actitud óptima para afrontar los retos diarios debe venir dada por el saber estar.

No perder la calma, no reprochar a gritos, no decir más de lo necesario ni agredir para luego pedir perdón.

Saber estar es considerar siempre a tu interlocutor como tan válido como tú. Ser humilde y transmitir, mirando a los ojos, que todo es solucionable.

Hace unos días se fue de la fábrica de Sevilla un alto ejecutivo de Renault para continuar su carrera profesional en Francia. A pesar de sus responsabilidades, nunca dejó de ser una persona afable hasta con el operario recién contratado o el empleado de la limpieza.

Saber estar.

jueves, septiembre 08, 2011

Friki

Es un adjetivo utilizado con sorna.

Cuando a alguien se le define así se le imprime cierta dosis de cariño a pesar de tener una connotación peyorativa.

A mí, sin embargo, me gusta la gente friki.

Ser friki, por lo pronto, supone tener personalidad. Por lo general, además, implica unos gustos precisos, un ideal.

Frikis de la informática, de los mangas o de la fotografía, que se hacen su hueco a base de concentrar sus energías en descubrir, casi siempre de forma autodidacta, todos los entresijos de ese mundo propio en el que se sienten felices.

Yo tengo un espíritu generalista. Tanto así que me hace ser un inexperto de todo.

Prefiero, evidentemente, un friki por la música jazz que uno que coleccione sombreros cordobeses o estampas de santos.

Interesarse por el mundo, aunque sea en una especifidad que se nos escapa supone amar la vida.

Entre tanta gente que pasa gris por el mundo, mirando de reojo y con envidia todo lo que se mueve a su alrededor, ellos y ellas, los frikis, iluminan pequeñas zonas de nuestro espacio con una luz intensa, coloreada y divertida.

lunes, septiembre 05, 2011

Anchoa

Aunque las leyes me protegieron de sufrir novatadas cuando hice la mili, no podré olvidar los años de remo.

De adolescente, viéndome un chaval delgado y poco social, mi tío Yiyi me animó a apuntarme a remo. Su amigo 'Anchoa' entrenaba en el Círculo de Labradores y pensó que me vendría bien en todos los aspectos.

Salvo por mi espalda actual, hecha una 'ese', no le puedo estar más agradecido.

Federarme a los 14 años, ir a entrenar a diario, marcarme metas que no pasaran por los estudios, hacer amigos de distintos estratos sociales alejados de la burbuja del colegio de curas donde estaba, navegar a las ocho de la mañana los domingos oyendo las campanas de la catedral desde el Guadalquivir y Sevilla en silencio.

Fueron casi diez años de mi vida.

Ya la primera temporada conseguí que me seleccionaran para ir a los Campeonatos de España que se desarrollaban en un pueblo zaragozano, Mequinenza.

Allí íbamos todos en autobús, a pasar varios días cuando terminaba el curso escolar.

Pero mis nervios por competir se transformaron en 'terror' cuando descubrí lo que pasaba en ese autobús.

Los veteranos se sentaban en los asientos traseros, con Anchoa justo en el medio de la última fila. Entonces empezaba el cántico:

'¡Hey, Hey, Hey... Anchoa es el rey!'

En ese momento iban llamando uno a uno a los novatos. Afortunadamente no fui el primero en ser llamado. Recuerdo que fue Javi, mi compañero de asiento. Cuando volvió a su asiento y vi su cara de pánico, quise morirme.

Les hacían un 'gazpacho', es decir, les bajaban los pantalones, le echaban en los genitales desde pasta de dientes hasta leche condensada y se morían de risa ridiculizándolo.

Con dos palmos y veinte años menos que él, en la primera gasolinera que paramos camino del norte, me acerqué a Anchoa y le dije: 'Como me llaméis desde atrás, os mato'.

Nunca me hicieron un 'gazpacho'.

Pero en mis pesadillas de adulto ya vivido aún resuena ese cántico:

'¡Hey, Hey, Hey... Anchoa es el rey!'

lunes, agosto 29, 2011

Negros

En mis años parisinos solía quedar con gente del trabajo para cenar, compañeros que pasaban por la ciudad y a los que me hacía ilusión reencontrar y enseñarle nuevos sitios de un París que iba descubriendo en solitario.

Un día recibí una llamada de un empresario que solía trabajar para Renault. Un hombre afable.

Cenamos en Bastilla. Me hizo un repaso por toda su trayectoria laboral hasta haber llegado al punto en el que se encontraba, con un proyecto bien encarrilado y mucha gente a su cargo.

Dimos un repaso a las amistades comunes, a mi puesto de por entonces en la central de la empresa y a mi vida en la ciudad.

Le comenté que estaba encantado de haber dado un sí rotundo cuando me ofrecieron la posibilidad de salir de mi país por unos años, por lo que suponía de confianza depositada en mí, de posibilidad de hacerme con otro idioma y de vivir en una ciudad tan hermosa como aquélla.

Entonces él, señor mayor ya entrado en los sesenta, me habló de sus primeras visitas a la ciudad, cuando joven.

'París era otra cosa. Daba gusto viajar. Ahora está llena de negros que la ensucian'.

Menos mal que la cena estaba acabando. Le hice notar manifiestamente mi incomodidad y no le acepté una copa.

miércoles, agosto 24, 2011

Millón y medio

Ése es el número oficial de asistentes a la misa principal que celebró el Papa en Madrid, y a la vista de las imágenes me lo creo. 

Una enorme masa de gente joven entusiasta con el Jefe de la Iglesia Católica. 

 Además, comprobado personalmente en la antesala de estas jornadas en Sevilla y San Sebastián, estos jóvenes actuaban con alegría. No dudo que una alegría sincera. Cánticos, bailes, corrillos, rezos. 

Y yo me pregunto, ¿en qué mundo vivo? ¿Qué proporción de esos jóvenes utiliza preservativo? ¿Cuántos de entre ellos eran homosexuales?,¿Cuántas de esas niñas no habrán abortado? ¿No habría ninguno con padres divorciados? ¿Ninguno ha tenido relaciones sexuales sin casarse? 

Si yo fuera Papa cogería los bártulos y me iría a Somalia, porque es allí donde se necesita piedad y compasión, actitudes ejemplares. 

Hay una historia muy hermosa contada en el Nuevo Testamento. Habla de un hombre bueno, humilde, que pregonaba el amor a los otros sin condiciones, que se ofrecía como siervo al resto. Yo, de esa historia, me quedo con la bondad. Del resto no tengo capacidad de creer nada, pero respeto a quien tiene fe. 

Un millón y medio de jóvenes gritan: 'Ola, ola, ola, Benedicto sí que mola'.  

Y yo me pregunto, ¿en qué mundo viven?

sábado, agosto 20, 2011

Orgullo

Estoy teniendo la suerte de finalizar un verano espléndido.

En los tiempos que corren sé que somos afortunados los que nos lo podemos permitir.

A todo ello contribuye el que hace más de quince años entrase a trabajar en Renault, una empresa modelo en el trato a sus trabajadores y en la gestión de los recursos.

Durante todo este período he vivido diferentes estrategias de empresa en las que se iba informando al asalariado de cuáles eran las prioridades a trabajar, cuáles nuestras debilidades y fortalezas así como nuestra posición en el mercado.

Transparencia y preocupación por el personal. Visión estratégica y competitividad.

Gracias a los que formamos la plantilla de la fábrica de Renault en Sevilla, hemos conseguido mantener con orgullo una posición de liderazgo entre todas las fábricas del grupo. Algo que no es fácil conseguir en este deprimido, industrialmente hablando, sur de España.

¿Cómo se alcanza todo esto?

Teniendo sentido de grupo, capacidad de sacrificio y creyendo en nosotros mismos.

Formo parte de una fábrica que exporta a casi todos los confines de la tierra y que ve crecer sus producciones año a año. Pertenezco a una plantilla que no para de reciclarse y formarse. Renault me ha dado la oportunidad de vivir tres maravillosos años en París y conocer medio mundo.

Hay quien me critica que hablo demasiado de Renault en mi blog. Pero es que Renault es parte de mí.

Es la empresa donde me he hecho hombre, que me da calidad de vida, estabilidad, que me ha enseñado que es necesario estar siempre alerta para triunfar y que no se consigue nada si no se trabaja en equipo.

Cuando veo el mercado de trabajo cómo está y las barbaridades que algunos amigos sueltan acerca de sus empresas, yo me reafirmo en mi orgullo Renault.

miércoles, agosto 17, 2011

Donostia

Cuando hay amigos en ellas, las ciudades que visitamos siempre nos resultan acogedoras, de ahí que me resulte difícil desligar San Sebastián de Txema y Paula, y de Ainhoa, Peio, Román, Ignacio, David, Badi y todas las personas que se han encargado de hacerme feliz en esta tierra.

Mi primera visita al País Vasco fue hace muchísimos años, a Elgoibar. Fue por cuestiones de trabajo y no tuve oportunidad de acercarme a Donostia. Desde mi hotel de trabajo en Zarauz mis compañeros me explicaban que esas luces que se veían a lo lejos pertenecían a la ciudad.

Luego tuvimos la suerte de que Txema y Paula se cruzaran por nuestras vidas y que, incluso, tengamos un apartamento casi construido para nosotros en la trasera del Victoria Eugenia.

San Sebastián es una postal. La naturaleza y el hombre se han conjurado para hacer de ésta una ciudad estéticamente impactante. Edificios neoclásicos en avenidas rectilíneas junto a bahías, montañas, playas y verde frondoso.

Aquí, en esta ciudad donde me encuentro pasando las vacaciones, te reciben con los brazos abiertos al decir que eres sevillano. Incluso los abertzales más radicales que me han presentado.

Aún así hay un aroma de falta de libertad para hablar. Miradas y silencios que lo dicen todo, y una sensación de que los amos de la calle son los que llevan las camisetas con la ikurriña.

Donostia está lejos de ser libre. Y no creo que su libertad sea el paraíso soñado por aquéllos que, con todo el derecho del mundo, quieren una ciudad en que yo tenga pasaporte extranjero.

viernes, agosto 12, 2011

Alamedeando

Tengo claro que el cariño por mi ciudad y las ganas de que evolucione siempre en positivo me hacen desear con fuerza que Zoido, el nuevo alcalde del PP, haga bien las cosas.

No ganamos nada yendo para atrás.

A un político no se le puede juzgar por apenas unas semanas de mandato.

Sin embargo hay gestos que a mí me hacen prever lo peor. Son simbólicos, tal vez, de cara a su público, sí. Pero ahí están.

Desde hace casi quince años tengo mi apartamento en el centro de la ciudad. Desde ese mismo tiempo, día tras día, un gorrilla envalentonado y amenazante tenía la calle a sus pies. Tras destrozarme varias veces las ventanillas y pincharme las ruedas por no pagarle, hace unos diez años conseguí alquilar una plaza de garaje. Con la llegada del Plan Centro, que impedía una permanencia indefinida de tiempo de coches en la zona vieja de la ciudad, el gorrilla tardó una semana en desaparecer.

Ya lo ha eliminado por decreto. Han vuelto los coches a ocupar las aceras, se ha desperdiciado una inversión millonaria en cámaras de televisión y... el gorrilla ha vuelto a mi calle.

Hace una semana, Zoido eliminó la Oficina de la Bicicleta. En la ciudad donde hay más ciclistas per cápita de España, casi el 7% de la población, y 140 km de carril-bici, donde se va a celebrar un Congreso Mundial de ciudades amantes de la bicicleta, si él no lo impide, toma una decisión sintomática. Tal vez por haber sido creada esa oficina y esos carriles-bici por Izquierda Unida.

Zoido va a cambiar, si no lo ha hecho ya, el rótulo de la calle Pilar Bardem (que no es santo de mi devoción) por el de Antonio Burgos. Éste sí que es sevillano de bien, representa lo que el sevillano 'normal': religiosidad, clasismo, 'grasia' torera y mucho fijata.

A pocos días de haber recibido en loor de multitudes a un grupo numeroso de chavales de toda Europa que van a preparar en Sevilla con rezos y oraciones la llegada del Papa a Madrid, el señor Zoido se destapa con la eliminación de las subvenciones a 'Alamedeando', un festival cultural multifacético (música, exposiciones, teatro...) que se desarrollaba desde hace cuatro años en la Alameda.

Y es que, para el PP, la Alameda es territorio comanche. Para ellos, todos los que vivimos allí somos 'perroflautas'.

Cabría preguntarse como esos 'perroflautas tirados y mugrientos' son capaces de mantener tan vivo una de los barrios más activos de la ciudad. ¿Cómo será posible que se mantengan decenas de restaurantes, garitos, salas de conciertos, de teatro, de exposiciones, de cine a base de 'perroflautas'?

Eso ocurre cuando se introduce como sinónimo de 'perroflauta' todo aquello que no sea 'normal'. Y ya se sabe lo que es 'normal' para un dirigente sevillano del PP.

Para cualquier joven, o no tan joven, que se pase por la Alameda encontrará una sociedad en ebullición, cosmopolita, con ganas de aprender, de discutir, de provocar, de crear.

El PP, con acciones concretas, demuestra que prefiere el rezo al pensamiento, la oración a la reflexión y el silencio a la discusión.

Yo quiero carril-bici, zonas peatonales, festivales culturales, exposiciones que me hagan pensar, teatro que me provoque, encontrar gente rara, de otros sitios, que piense distinto, que hable otras lenguas, que vista como le dé la gana.

Quiero una Sevilla rompedora, que se ría de sí misma, que avance por los senderos de la solidaridad y sea laica, ¡laica!

Somos muchos los que pensamos así.

Y si ser así no es ser sevillano, me voy buscando el perro y la flauta.

miércoles, agosto 10, 2011

Locales

Estos días de verano hemos tenido oportunidad de disfrutar muchos días en las playas del sur de Portugal, muchas de ellas atestadas de surferos que, como hormigas en manada, a los que se ve perseguir las olas diminutos frente a la naturaleza de los acantilados escarpados del norte de San Vicente.

Carmen y Miguel, surferos de pro, estuvieron charlando una noche, mientras cenábamos, de los 'locales'.

- Hay que tener cuidado con los locales si descubren que eres de fuera.

¿Los locales?

Entonces Miguel contó que, en un viaje a San Sebastián de hace unos años, los surferos de allí le expulsaron del agua por no ser 'local'. Al parecer, en las costas portuguesas no quieren ni ver a los sevillanos, al igual que en las del Palmar detestan a la gente de fuera.

Por lo que se ve te rodean, te amenazan y, si no eres de su agrado, incluso te destrozan la tabla.

Yo me quedé de piedra escuchándolos hablar.

Es tan diferente a lo que se ve desde arriba de los acantilados. Esa gente joven, valiente, que se enfrenta a la naturaleza, que la disfruta... y que encuentra esos momentos de éxtasis en que llega a unirse a ella en unos instantes preciosos.

Eso es lo que se ve desde lejos.

martes, agosto 09, 2011

Ángel

Siempre he defendido como estrategia propia el mantenerse alerta planificando nuevos proyectos.

Creo que es un soberano error la actitud pasiva de quien ve las cosas venir y, en función de como vengan, se estructura.

Lanzarme en el proyecto de la película NTSP ha supuesto un giro nuevo a mi vida. Seis meses codo a codo con Manuel Benito de Valle organizando el guión mientras, en paralelo, realizábamos el casting y llamábamos a todas las puertas posibles buscando financiación y voluntarios que se sumasen a esta aventura.

A través de Santi, un día recibí un email. Una actriz amiga de él, Carmen Tamayo, se ofrecía para participar en la película. Acababa de leerse la novela y me pidió, con entusiasmo, interpretar el papel de Gloria.

Todo ocurrió con unas cuantas cervezas en la Alameda.

Tras hacer las correspondientes pruebas para el casting no había duda. Carmen sería Gloria.

La pasada semana estuvo con nosotros en Portugal. Ocurrente, sensible, culta, divertida, humana.

Cuando las primas de riesgo absorben nuestras energías, pasamos indiferentes ante las hambrunas de Somalia y el mundo parece no tener solución, de pronto aparece un ángel.

Carmen nació en una familia humilde de agricultores y se le cae la baba hablando de sus padres. Hace unos días fuimos a Prado del Rey, su pueblo gaditano, para encontrarnos con los paisajes de los que nos hablaba estas últimas semanas.

Luchadora y curranta, se ríe de su sombra hablando de sus primeros pasos en Madrid o te enternece al extremo recordando sus amores perdidos.

Qué placer encontrar personas que te hagan creer con fuerza en el ser humano.

domingo, agosto 07, 2011

Intereses

Desde que el hombre es hombre, ha estado negociando.

Entendemos, por tanto, que si pedimos prestado tenemos que devolver.

A gran escala, los países han ido solicitando dinero para ir pagando facturas para las que no tenían liquidez. El problema es que se han acostumbrado a pedir más de lo que se tenía, siempre, para mantener un estatus al que quizás no tenían derecho.

Uno de los grandes problemas de la democracia es precisamente uno de sus pilares básicos: La alternancia.

Cuando uno sabe que va a estar un tiempo limitado en el poder no siempre tiene las amplias miras que debe tener. Gasta más de lo que las arcas públicas dan de sí para asegurarse el cariño (voto) popular.

El pecado es no haber legislado en contra de ese déficit eterno.

Ahora vienen los sudores fríos porque no se tiene dinero para pagar lo que nos prestaron. Y para obtener ese dinero nos piden más intereses.

¿Quién ofrece tanto dinero? China, por un lado, país productor por excelencia donde no se respetan los derechos humanos ni los de los trabajadores y los grandes fondos de inversión por otro (el gran capital) para obtener siempre el máximo beneficio.

Es decir, el dinero nos lo prestan entidades sin escrúpulos.

En nuestros gobernantes está poner coto a esas desmesuras: reduciendo el déficit aplicando sentido común (difícil de realizar sin tocar los básicos, por lo que hay que buscar la productividad al máximo y medidas innovadoras -los genéricos en las farmacias son un buen ejemplo-), obligar a las empresas chinas exportadoras a ser auditadas según los estándares de la Organización Internacional del Trabajo y penalizar fuertemente (impuestos) todas las transacciones financieras que tengan como único objetivo la especulación.

Hay que agarrar el toro por los cuernos y seguir con el cinturón apretado para darle un mundo mejor a nuestros hijos.

viernes, agosto 05, 2011

Verano

Las noches de verano, pausadas, son dadas a hablar de nuestros amigos y conocidos, de los que nos rodean. Evaluar la vida que cada uno lleva dándonos permiso para aprobar o no las conductas ajenas.

Es sano, sin duda, analizar el comportamiento humano de cada cual. Se aprende observando.

Analizar, sin embargo, no debe llevar a juzgar formas de entender la vida siempre que no se salgan de conductas que vayan contra la ética.

Hay quien decide ir por la vida dando más importancia al sexo que a la profundización en las relaciones sentimentales y apoya su estabilidad en los buenos amigos o la familia. Hay quien rompe con todo cuando encuentra a la persona amada. Entre los dos extremos nos encontramos todos, de alguna u otra manera, decidiendo a cada paso qué hacer con nuestra existencia.

Las relaciones humanas implican dolor en muchas ocasiones. No estamos vacunados contra las rupturas que ensombrecen la sonrisa de la gente a la que queremos. También implican regocijo cuando las cosas fluyen como en una balsa de aceite.

A mí me preocupa el dolor causado por la falta de honestidad.

Jugar con otra persona es lo más doloroso.

No es sencillo renunciar para avanzar, pero es necesario. No me parece ético llevar vidas distintas con caretas diferentes según quién tengas enfrente.

El verano nos acerca, en charlas nocturnas, al mundo de los otros.

miércoles, agosto 03, 2011

Portugal

Son los mismos paisajes, la misma tierra arcillosa, las playas arenosas, los arbustos y pinares a ambos lados del Guadiana.

Me gusta atravesar esa frontera porque me hace más humano viajar a Portugal. Ayuda a colocarte en tu sitio, a ver que otras posturas son posibles y no necesariamente menos buenas. Que el mundo es grande.

Son extremadamente educados, tristes y parsimoniosos. No hablan a voz en grito y son humildes. Adoran a su país sin dejar de criticar sus miserias.

Viajar a Portugal es sano porque venimos de un país que necesita reflejarse en ese espejo tan cercano. A nuestra energía impetuosa, a veces desquiciada, le seduce esa otra manera de ver el mundo que implica este país milenario.

Los amigos portugueses que tengo me da la sensación que lo son para siempre, algo que no es siempre evidente en nuestra tierra.

Portugal es el Norte en el Sur.

Yo paseo por Portugal sin sentirme en mi casa, pero tampoco extranjero.

lunes, agosto 01, 2011

Cosquilleo cerebral

Es una sensación difícil de compartir porque es extraña, pero enormemente placentera.


A mí me sucede en momentos de paz total, leyendo un libro, escuchando a algún amigo hablar, paseando a solas, tumbado en la cama.


Imagino que es algo que todos experimentamos y entra dentro de ese carro de experiencias individuales que todos llevamos con nosotros mismos, que no comentamos. Tendrá que ver, supongo yo, con lo más parecido a la cima de la felicidad.


Uno de mis primeros recuerdos de cosquilleo cerebral era cuando mi madre me lavaba el pelo. Yo era muy pequeño y ella me frotaba bien fuerte con champú, masajeándome la cabeza durante minutos mientras yo jugaba en la bañera con los muñequillos de plástico.


Sentir que te elevas, que la vida es eternamente bella, que eres un afortunado.


Es difícil cazar ese cosquilleo conscientemente porque, normalmente, cuando la felicidad la piensas se te escapa.


Es por eso que es complicado definir esa sensación, compartirla, retenerla. Sientes como un burbujeo de hormiguillas en la cabeza, todas las neuronas bailando y, si haces por disfrutarlo sin más, sin tratar de analizarlo, consigues vivir ese instante como infinito.

viernes, julio 29, 2011

Pues venga

No he conocido pueblo más amable que el mexicano.

Cuando tuve la oportunidad de ser destinado para trabajar allí unos meses, se me cayeron los estereotipos acumulados por tópicos y falsedades.

Recuerdo como si fuera ayer los encuentros con gente que me conocía por vez primera y cómo me integraron en sus casas, sus familias o sus amigos.

Era un placer asimismo apreciar la suerte que tenemos de poder hablar la misma lengua con todo un océano de por medio.

Por entonces no tenía miedo de pasearme por las calles de Torreón, la ciudad donde tuve la fortuna de trabajar, aunque los malditos narcoterroristas están pervirtiéndolo todo.

En mí encontraron a un españolito ávido de conocerles sin prejuicios, apuntándose a toda cena, visita, fiesta o tequila que se pusiese por medio.

Tan presto estaba que acabaron por llamarme el '¡Pues venga!'

Porque a cada proposición de introducirme en su mundo, éste que aquí suscribe siempre respondía así.

Como a todos los Salvadores, me llamaban Chava.

¿Unas quesadillas?

¡Pues venga!

miércoles, julio 27, 2011

Dial

Relaciono radio con coche porque es el único sitio donde la escucho. De hecho, no podría hacerlo en mi casa porque no tengo ningún transistor.

Aún así, sólo la echaría de menos en mis viajes a la playa o en mis trayectos cortos al trabajo. El placer de esa compañía que no te implica ningún esfuerzo y, a veces, te hace soltar una carcajada.

También reflexionar.

Hace menos de una semana la FAO, esa organización imponente de siglas rotundas dependiente de Naciones Unidas, anunció la hambruna en Somalia.

Recuerdo en mi adolescencia que era más normal hablar de ese tipo de catástrofes humanitarias, salían más reportajes sobre ello. Había, incluso, una reportera de Televisión Española que realizaba múltiples reportajes en África para acercarnos a esa situación extrema en que los niños morían de hambre en los brazos desgarrados de madres de miradas perdidas.

Ahora viene de nuevo la hambruna, que seguro nunca se fue, y comienzan los periodistas a dar datos, a acudir a los campos de refugiados de Kenia y contarnos que el mundo está así de jodido.

La cobardía, en estos casos, me tienta a cambiar de dial. Mi cabeza prefiere oír música, noticias fugaces de economía que apenas entiendo o tertulias de profesionales que se dedican a tirarse platos a la cabeza.

Mis dedos se van al dial y me esfuerzo en no cambiar de cadena, en aguantar el tipo oyendo lo que no queremos oír los occidentales: Que hay niños que mueren por no comer.

lunes, julio 25, 2011

Galibier

Volviendo del trabajo la semana pasada me contagié de la emoción radiofónica de la subida al Galibier en el Tour de Francia. Aceleré para llegar a casa a tiempo de verlo por la tele.

Cien años de subidas al mítico Galibier.

El mítico Galibier.

Visto por la tele era un paisaje espectacular. Contador ya se había descolgado en esa inmensa mole de piedra que surge en el paisaje alpino. Pasando de la radio a la televisión, los comentarios seguían siendo igual de épicos referente a ese nombre.

Yo sólo veía una montaña inerme, espectacular.

Admiro del ser humano la capacidad de construir alabanzas a abstracciones construidas por nosotros mismos. Realidades que lo son porque nosotros así las hemos elaborado.

Abstracciones, en sí, que nos hacen seres con alma, diferentes de amebas y rinocerontes. Seres que somos capaces de emocionarnos con conceptos que no tienen equivalencia con algo distinto de lo emocional.

Sevilla, mi ciudad, no existe como tal. España, mi país, tampoco. ¿Qué es la humanidad?, ¿qué es la juventud?, ¿el anhelo?, ¿la esperanza?

El hombre ha conseguido definir conceptos que nos emocionan, nos aturden, siendo inventos construidos a partir de bases intangibles.

Hace dos días un ser humano, de ésos que como nosotros tienen dos piernas y dos brazos, cogió una metralleta y destrozó la vida de 85 jóvenes noruegos que celebraban sentirse parte de un colectivo.

Seguro que el monstruo vestido de policía pensaba en algún concepto abstracto mientras reventaba sin piedad a gente inocente.

La grandeza y la terrible miseria del ser humano.

Mi pensamiento con ellos, comprometidos, que desde unos ideales concretos querían cambiar el mundo.